Noviembre

domingo, 31 de agosto de 2008


Y pasaron los meses, los días, las horas y sentí el vació llenar por completo mis desesperanzas.
- ¿Por que deje de ver la calidez de un buen amor?..
- ¿Por que hice tantas tonterías?...
Solo por pensar en un mal amor… por tener en el alma este odio que carcome mis horas...un odio que se complementa con este escuálido orgullo que se vuelve a acrecentar en la infinidad de mí ser.
- ¿Por que?... Porque te fuiste, si empezaba ha olvidarla…
Seguí tu consejo y me aparte de todo, de absolutamente todo…
Miraba el tranquilo vaivén de las olas, el aliento del mar tocaba mis ríos de agonías, y el ocaso de la tarde me traía recuerdos que padecían fenecidos.
Mis ojos volvieron a revivir una historia ya contada, un símbolo de amor que te ofrecí en aquellos días de efímeras alegrías.
Y sin querer a recorrer con suspiros agónicos mi entorno, la volví a ver...

El cielo era gris, aquel día de noviembre,
una bella figura se dibuja en lo alto de aquella playa,
que el nombre he olvidado.

El viento parece acariciarla,
levanta sus brazos como queriendo alcanzar el cielo.

¿Que haces bella niña?
¿Quieres volar como ángel?
si sabes, que alas no tienes.

Su inocencia se dibuja en el aire,
y desaparece en el azulado océano.

Puedo sentir como el agua alcanza tus entrañas,
el aire se acaba dentro de ti,
y sin embargo… tú no luchas por vivir.

Unos brazos acogen tu frágil cuerpo
y lo apartan del salado entierro.

Te levantas de la arena y quieres dar las gracias,
mas el, poco a poco desaparece de tu lado.

La expresión de angustia y tristeza,
se apodero de su bello rostro;
su pelo dorado que brillaba en el ocaso de la tarde,
parecía morir, dejando una estela de frustrantes recuerdos.

De aquella mirada esmeralda
brotaban lágrimas de dolor,
lágrimas que se esparcían
como bellas perlas cristalinas
que desgarraban mi corazón.

Vi que junto sus manos y lo acerco a su pecho.
¿Qué es lo que ocurre mi triste niña?
¿Qué o quien te hace sufrir?

Movió sus labios rojo carmesí,
pronunciando un nombre.

Un nombre que se llevo el viento
como queriendo guardar un gran secreto.

Secreto que en la inmensidad del tiempo
pude llegar a conocer.

Manuel era su nombre…
Se juraron amor eterno,
un día de bellísimo esplendor.

Un día que se convirtió tu risa en llanto,
no porque conociste la amargura con él,
sino por que te amaba tanto,
que al pasar los meses su vida acabo en un instante.

Por eso lloras mi bella niña,
mirando el horizonte lejano,
con aquella mirada esmeralda,
ahogándose en lágrimas…

Los días grises habían pasado, la hermosa niña ya no lloraba, sus serafines ojos por fin se encontraban libres de la agonía profunda por haber perdido a su amado.
Su cuerpo estaba quieto y tranquilo, sus ojos miraban los recuerdos del pasado hechos cenizas con el presente acabado.
Su piel nacarada, era pálida, sin brillo y sin color, de aquel ser que emano alguna vez un calido y precioso calor, que podía derretir el frió hielo con solo tocarlo, ahora se encontraba helado.
Su pelo que jugaba con el viento estaba estático y sin vida.
Si…sin vida.
Sin vida…
No… ¡No!
No puedo seguir escribiendo en tercera persona si soy parte de esta… nuestra historia.
…Yo que estoy junto a ti, acariciando tu pelo dorado.
Tocando con mis labios los tuyos, queriendo que algo en ti se quedase por siempre en mí, que el roció zigzagueante de mi dolor te volviera a la vida, que mi abrazo de desesperación pudiera darte el amor que tan bruscamente se aparto de ti.
Perdóname…perdóname amor… ahora que tus bellos ojos se han apagado.
No pude salvarte de la muerte, de que sirvió arrancarte del océano, si solo conseguí alargar tu dolor.
Por eso amor de rodillas ante ti y el dios que presencio alguna vez nuestro gran amor, te pido perdón…
Perdóname con esta bala que cruzara mis sentidos… desgarrando para siempre los bellos recuerdos que tuvimos.
Y con el último suspiro, y con el último llanto de mi mente, de mi sangre y corazón, escribiré tu nombre…


¡Adriana, mi amor!

Diciembre


Paseando, tomados de la mano, hablando de lo que haríamos mañana, su sonrisa brillaba e iluminaba mi felicidad completamente.
El rasgo de alegría que se sentía en su hermosa cara, era inigualable, e inimaginable, que por más palabras, que buscase en el diccionario no hallaría para explicarlo.
De un momento a otro sus ojos se abrieron exorbitantemente, el resplandeciente brillo verde, semejante a miles de esmeraldas, ilumino su rostro pálido y sin color, por un motivo que desconocía.
- ¿Qué es lo que pasa?... ¿Por qué te has puesto así?...
- Ves el nombre escrito ahí… es de una persona que alguna vez tuvo un lugar especial en mí.
Les mentiría, si les dijera que vi el nombre que señalo con su mano, en aquel amarillo periódico.
Solo pensaba: ¿Cómo pudo haber querido ha alguien más…, además de mí?
- ¡Acompáñame, tengo que hablar con alguien!
Solo la mire y la seguí, sin saber adonde íbamos…
La gente caminaba de un lado a otro, el ruido de los autos, el llorar de un niño, tocaban fuertemente mis oídos.
Puse mis ojos en el cielo tratando de olvidar sus palabras, el sol se iba alejando poco a poco del panorama, una luna blanca y hermosa del día 20, apareció de repente.
- ¡Acá es!
Tocamos y nos recibió una joven mujer vestida de negro, pude ver a simple vista que había una expresión desconsoladora en su mirada.
- ¡Eres tú!... ¿A que has venido?
Mi amada, se la llevo a un lado, no se de que hablaban, en realidad no me importaba.
- ¡Espera!, ahora que recuerdo, el dejo un encargo para ti.
La mujer desapareció por un instante de nuestra presencia y entro en aquel lugar, que traía recuerdos en ella, que desconocía.
- Toma y guárdalo, no lo pierdas…¡Por favor!
Saco un sobre blanco y se la entrego en sus manos.
- Vayamos a un café- me dijo.
Pero vi una inmensa tristeza en esa hermosa mirada; entramos en aquel café…parecía que ella lo conocía desde hace tiempo.
Nos sentamos y ella abrió el sobre blanco que le habían entregado; sus ojos se movían lentamente de un lado a otro y poco a poco las lágrimas inundaban su bello rostro.
- ¿Qué es lo que lees?... ¿Por qué te has puesto, así?
- No sigas leyendo – le dije mientras tocaba sus manos-
- Ya no llores mi amor…por favor.
- Toma léelo tú – alargando sus suaves manos; mostrando una hoja blanca, llenas de letras que no alcanzaba a entender.

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“Noviembre”

…Y pasaron los meses, los días, las horas y sentí el vacío llenar por completo mis desesperanzas.
- ¿Por que deje de ver la calidez de un buen amor?..
- ¿Por que hice tantas tonterías?...
Solo por pensar en un mal amor, por tener en el alma este odio que carcome mis horas, un odio que se complementa con este escuálido orgullo que se vuelve a acrecentar en la infinidad de mí ser.
- ¿Por que?... Porque te fuiste, si empezaba ha olvidarla…


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- Pero lo que dice aquí no es verdad, ¿Quien lo ha escrito?... ¡Dímelo! – le pregunte incisivamente.
Ella solo agacho su cabeza y solo pude oír el eco de mis propias palabras, lanzadas al vació.
Levanto lentamente su cara y balbuceando; por que el llanto sin querer le confundía sus palabras, me dijo:
- ¿Te acuerdas, Manuel, de aquella vez en que habías viajado a un país extraño y me dijeron que habías muerto?
- Si, si me acuerdo…
- Lo que has leído en la primera parte de la carta, es verdad; si me lance al mar, queriendo alejarme para siempre del dolor que sentí al perderte.
Nunca me había contado lo que me narro con tanta angustia y ansiedad, sus ojos llorosos, sus dedos entrecruzándose al azar, el nerviosismo que hacia temblar muy tenuemente su cuerpo, me conmovió en el alma.
- Pero como ahí dice… alguien me salvo del suicidio inminente.
La miraba dulcemente, y me preguntaba:
¿Tanto me quieres bella mujer? ¿Tanto valgo para ti?... si yo no valgo, ni un solo segundo de tu vida.
- Te juro que no sabia… que había sido él… quien me salvo.
- Ya cálmate, mi amor, pero entonces por que termino él con su vida.
Se tranquilizo, se limpio las lágrimas que aun caían y me empezó a contar:
Él y yo, nos conocimos en un día de esos en que el invierno se hace el mas frió del año, el estaba sentado en esta cafetería, pensativo, tenia unos ojos muy llamativos; no se si alguna vez habrás visto esas miradas que cambian de color según el estado de animo de la persona.
- No. – le respondí -
Pues los de él, eran de esos. Me le acerque por que me di cuenta que lloraba silenciosamente, tal vez necesitaba con quien hablar; ya que me contó lo que le sucedía.
- Hace como dos años, perdí a la mujer que más quise en la vida, a mi Adriana.
- ¿Qué fue lo que le paso? – le pregunte.
- Mi Adriana, mi Adriana – lo repitió y sus ojos de cielo se volvieron de agonizante primavera.
- Ella tenía su pelo pelirrojo y rizados, sus ojos eran bellamente azules y sus labios rosados y delicados como un suspiro. Como le gustaba cuando le cantaba, se ponía a reír y bailaba, me abrazaba y me hacia prometerle que nada ni nadie nos separaría – sus ojos se tornaron marrones claros y las lágrimas discurrían sin cesar.
Le acaricie su ensortijado cabello y le dije que se calmara. Dejo de llorar y muy suavemente canto:
è una parte d’infinito / perché solo io ho capito / l’importanza dei suoi baci / e l’amore immenso che mi da / mi Adriana.
No se por que y las lágrimas esta vez cayeron de mis ojos. Lo canto con tanto sentimiento que a pesar que no entendí lo que decía, lo comprendí no con los pensamientos pero si con el alma.
- Mi Adriana, mi Adriana, si yo hubiese estado, la hubiese salvado y no hubiese muerto, no hubiese muerto… ahogada.
Le toque sus manos y siguió diciendo:
- Y en su féretro, cofrecito de mi dolor, le deje como recuerdo de mi amor; aquella delicada y translucida flor que amamos los dos.
Me asombre de lo que dijo e interrumpiéndola le pregunte:
- ¿Una flor translucida?... Eso no existe, te mintió.
- Eso creía yo – me contesto – pero si, si existió y él como muestra un pétalo que parecía de cristal, me enseño.
No se que fue, o por que razón, pero me enamore de él. Y fuimos muy felices, yo le cantaba y su tristeza por unos instantes desaparecía y aun así no me entrego por completo su corazón, aun pensaba en Adriana.
Y en uno de esos instantes apareciste tú, no te miento si te digo que el me aparto desde ese entonces y me decía a veces en serio y a veces en broma que hacíamos una bonita pareja.
Las lágrimas volvieron nuevamente a su rostro de niña y agacho nuevamente su cabeza, llevando esta vez a su linda cara, sus manos blancas y tiernas.
Quería abrazarla y besarla para que dejara de hablar, me afectaba demasiado, verla así en ese estado, tan triste y vulnerable, como una pequeña niña al perder a su madre.
Como te quiero mujer… como te amo…ni yo mismo me lo hubiera imaginado.
- ¡Ya no me cuentes mas!, calla por favor, tu misma te haces daño con tus propias palabras.
Me levante de mi lugar; y me acerque a su lado, la abracé tiernamente y le dije al oído:
- ¡No llores mas, Natalia!… déjalo descansar en paz.
Le di un beso en su frente y uno en cada mejilla.
- ¡Vamonos ya!… que te haré olvidar todo lo pasado.
Dejan la cuenta cancelada sobre la carta ya relegada y la mesera ríe y dice sarcásticamente:
- Los enamorados pelean por todo, y después se van bien abrazados como si nada hubiese pasado.
La curiosidad le hace leer la carta y sus ojos de primaveras oscuras empiezan a sollozar, y con un infinito dolor, dice:
- Después de todo... lo hiciste… mi amor.