
Y pasaron los meses, los días, las horas y sentí el vació llenar por completo mis desesperanzas.
- ¿Por que deje de ver la calidez de un buen amor?..
- ¿Por que hice tantas tonterías?...
Solo por pensar en un mal amor… por tener en el alma este odio que carcome mis horas...un odio que se complementa con este escuálido orgullo que se vuelve a acrecentar en la infinidad de mí ser.
- ¿Por que?... Porque te fuiste, si empezaba ha olvidarla…
Seguí tu consejo y me aparte de todo, de absolutamente todo…
Miraba el tranquilo vaivén de las olas, el aliento del mar tocaba mis ríos de agonías, y el ocaso de la tarde me traía recuerdos que padecían fenecidos.
Mis ojos volvieron a revivir una historia ya contada, un símbolo de amor que te ofrecí en aquellos días de efímeras alegrías.
Y sin querer a recorrer con suspiros agónicos mi entorno, la volví a ver...
El cielo era gris, aquel día de noviembre,
una bella figura se dibuja en lo alto de aquella playa,
que el nombre he olvidado.
El viento parece acariciarla,
levanta sus brazos como queriendo alcanzar el cielo.
¿Que haces bella niña?
¿Quieres volar como ángel?
si sabes, que alas no tienes.
Su inocencia se dibuja en el aire,
y desaparece en el azulado océano.
Puedo sentir como el agua alcanza tus entrañas,
el aire se acaba dentro de ti,
y sin embargo… tú no luchas por vivir.
Unos brazos acogen tu frágil cuerpo
y lo apartan del salado entierro.
Te levantas de la arena y quieres dar las gracias,
mas el, poco a poco desaparece de tu lado.
La expresión de angustia y tristeza,
se apodero de su bello rostro;
su pelo dorado que brillaba en el ocaso de la tarde,
parecía morir, dejando una estela de frustrantes recuerdos.
De aquella mirada esmeralda
brotaban lágrimas de dolor,
lágrimas que se esparcían
como bellas perlas cristalinas
que desgarraban mi corazón.
Vi que junto sus manos y lo acerco a su pecho.
¿Qué es lo que ocurre mi triste niña?
¿Qué o quien te hace sufrir?
Movió sus labios rojo carmesí,
pronunciando un nombre.
Un nombre que se llevo el viento
como queriendo guardar un gran secreto.
Secreto que en la inmensidad del tiempo
pude llegar a conocer.
Manuel era su nombre…
Se juraron amor eterno,
un día de bellísimo esplendor.
Un día que se convirtió tu risa en llanto,
no porque conociste la amargura con él,
sino por que te amaba tanto,
que al pasar los meses su vida acabo en un instante.
Por eso lloras mi bella niña,
mirando el horizonte lejano,
con aquella mirada esmeralda,
ahogándose en lágrimas…
Los días grises habían pasado, la hermosa niña ya no lloraba, sus serafines ojos por fin se encontraban libres de la agonía profunda por haber perdido a su amado.
Su cuerpo estaba quieto y tranquilo, sus ojos miraban los recuerdos del pasado hechos cenizas con el presente acabado.
Su piel nacarada, era pálida, sin brillo y sin color, de aquel ser que emano alguna vez un calido y precioso calor, que podía derretir el frió hielo con solo tocarlo, ahora se encontraba helado.
Su pelo que jugaba con el viento estaba estático y sin vida.
Si…sin vida.
Sin vida…
No… ¡No!
No puedo seguir escribiendo en tercera persona si soy parte de esta… nuestra historia.
…Yo que estoy junto a ti, acariciando tu pelo dorado.
Tocando con mis labios los tuyos, queriendo que algo en ti se quedase por siempre en mí, que el roció zigzagueante de mi dolor te volviera a la vida, que mi abrazo de desesperación pudiera darte el amor que tan bruscamente se aparto de ti.
Perdóname…perdóname amor… ahora que tus bellos ojos se han apagado.
No pude salvarte de la muerte, de que sirvió arrancarte del océano, si solo conseguí alargar tu dolor.
Por eso amor de rodillas ante ti y el dios que presencio alguna vez nuestro gran amor, te pido perdón…
Perdóname con esta bala que cruzara mis sentidos… desgarrando para siempre los bellos recuerdos que tuvimos.
Y con el último suspiro, y con el último llanto de mi mente, de mi sangre y corazón, escribiré tu nombre…
¡Adriana, mi amor!