Tu pelo de noche sin lunas, tan finos, tan delgados, tan perfectamente perfumados. Tu cuerpo perfecto, intocable para los malos pensamientos.
Tus manos blancas, blancas como los suspiros de mi corazón, y el color inmenso de esos ojos brunos que guardan la belleza de lo infinito de mi amor.
Bella estabas, mi dulce fulgor, y tus labios se movían sin cesar, palabras que poco a poco llegaban como tromba derruyendo todos mis suspiros por ti.
-¡Me Oyes!... ¿Estas escuchando lo que te digo?...Eso es lo que quiero, quiero alejarme de ti... ¡No saber más nada!... ¡Estoy harta de tu mirada triste, de tus palabras dulzonas, del toque tierno de tus manos!… ¡No quiero volverte a ver nunca más!
La mire atentamente y comprendí lo que me decía, pero no supe que responder. Mi mente atormentada por sus injurias, solo pensaba:
-¿Por que me hieres, mi princesa?... ¿Por qué tus palabras son ahora filudas navajas que desgarran sin misericordia mi alma enamorada?... ¿Por qué me tiras al olvido?... ¿Por qué hundes mi amor, en aquel hirviente infierno que es tu desprecio?... ¿Por qué ahora, esos ojos amados, me miran con odio y rencor mal sano?
-No te quiero ver… ¡Lárgate!... ¡Lárgate!… ¡Me aburres!
En ese preciso momento, me acorde de la vez que me preguntaste:
-¿Cómo eres?... ¿Quién eres?... ¿De donde eres?
Y entonando una vieja canción te conteste:
♪...¡No soy de aquí!
¡Ni soy de allá!
¡No tengo edad!
¡Ni porvenir!
¡Ni ser feliz!
Es mi color de identidad...♪
¡Ni soy de allá!
¡No tengo edad!
¡Ni porvenir!
¡Ni ser feliz!
Es mi color de identidad...♪
Me miraste dulcemente a los ojos, y en mis labios los tuyos se encontraron, me abrazaste fuertemente y me dijiste cariñosamente:
- ¡Te quiero!
Todo lo olvidaste, todo se perdió en aquel momento, no solté ni una palabra, no volví a ver su mirada, gire y me aparte de su lado, solo podía oír como mi corazón agonizaba.
Mis ojos se pusieron marchitos y mi rostro seco, se humedeció de lágrimas y la gente que pasaba por mi lado burlonamente me miraba.
Más solo pensaba en sus palabras y me preguntaba:
-¿Por qué tanto odio?... Si yo aún la quiero… ¿Por qué tanto rencor?...Si solo cariño le he dado…No entiendo lo que paso… ¡Ni lo entenderé jamás!
Solo caminaba y caminaba ya no me importaba nada.
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Luz cortante… un golpe violento en sus entrañas…, y luego un silencio, un silencio absoluto…, que lo libró de ese horrible dolor al escuchar… sus amargas palabras.