Hace como dos años más o menos que conocí a una chica muy bella, de cuerpo deslumbrante, ojos marrones claros, muy claros y almendrados, una cabellera extensa llegando casi a la cintura, de color dorado como el sol de verano.
Estelas sacras de oro natural, estatura de reina, unos labios muy llamativos (ni muy gruesos, ni muy livianos)... ¡Por dios, que belleza de 24 años!... se asemejaba bastante a la mujer que me atormentaba en mis sueños.
¿Su voz?... realmente no lo sé... fue de esos tipos de amor platónico que cómo otras veces me llegaban a impresionar (cómo pasa el tiempo y cómo puede llegar uno a cambiar de parecer, ahora también llevo el ateísmo en mis ilusiones de amor: Ver, tocar, oír, sentir, antes de enamorar, eso fuese; si estuviese buscando a alguien, pero ya no es así).
Ana, la belleza blonda de Rio de Janeiro; empezaba sus primeras impresiones de la vida con un poema de Fernando Pessoa.
Colhamos flores, pega tu nelas e deixa-as
No colo, e que o seu perfume suavize o momento -
Este momento em que sossegadamente nao cremos em nada,
Pagaos inocentes da decadencia.
Ao menos, se for sombra antes, lembrar-te-as de mim depois
sem que a minha lembrança te arda ou te fira ou te mova,
Porque nunca enlaçamos as maos, nem nos beijamos
Nem fomos mais do que crianças.
E se antes do que eu levares o óbolo ao barqueiro sombrio,
Eu nada terei que sofrer ao lembrar-me de ti.
Ser-me-ás suave à memória lembrando-te assim - à beira-rio,
Pagã triste e com flores no regaço.
Ricardo Reis.
Si, Pessoa y los heterónimos, por ella fue que llegué a conocer al Gran Poeta Portugués (que el universo es muy grande y no se centra en un mundo, por favor entiéndalo usted), todos los lunes era lo mismo; un poema de Pessoa y una narración corta de su vida.
Hasta que empecé a escribirle al igual que una treintena de sus conocidos (o tal vez más) pero, a diferencia de ellos, siempre escogía un poema de algún autor italiano (sobretodo de amor), para colocarlo como comentario.
Y empezó a interesarse en mí, ya no era sólo los Lunes que colocaba un poema de Pessoa, sino casi a diario, esperando un comentario mío (quizás). Hasta que cometí el error de confundir nombres, hice un sentimiento de los míos pero, con nombre equivocado (que estupidez la mía), y de dedicatoria coloque el de su amiga (Deia).
Tal vez no supe diferenciar quien era quien; una es de pelo castaño y la otra rubia, si Ana era preciosa; Deia lo era un poco más (que tal suerte la mía) y lo peor es que empecé a escribir en aquel lugar sólo por Ana.
Me puse a mirar lo que había anteriormente en su lugar de compartir imágenes y divagaciones con sus amigos (sobretodo las fotos), y ahí pude ver lo unidas que eran (ambas con el cariño especial de madres y tías por el único hijo que cada una tenia).
Al día siguiente, una imagen de las dos apareció en su sitio online, solo que decía en grandes letras: Yo soy Ana, y yo Deia.
Reí como tonto (entre mi), porque sabía a lo que se referían (elegir a una), y mi elección (de cobardes me tildarán algunos) fue no volver a escribir en su dirección de internet de las dos y eliminar mi cuenta (es lo que hice en ese momento); decidí apartarme de aquel lugar, sin embargo, aún conservo imágenes y comentarios de esa ilusión pixeleada y cristalizada.
Tal vez me equivoqué en la decisión, pero si elegía a quien más me gustaba hubiese ocasionado (quizás) un distanciamiento entre una bella amistad (demasiado pretencioso dirán, más no quería correr ese riesgo).
Despúes de un largo tiempo (seis meses), por curiosidad, quise ver si había novedades en aquel lugar de las dos, en vano fue porque ya habían eliminado ellas su lugar de esparcimiento.
La hermosa Ana, la sentimental Ana, la alegre Ana, que hubiese sentido ella, si elegía a quien más me gustaba... Deia.