Setiembre

viernes, 5 de septiembre de 2008
Éramos felices, la alegría nos invadía como el roció a la verde pradera. Cuanto tiempo estábamos así… queriéndonos en nuestras cortas vidas.
Me contabas lo bueno, lo malo, lo triste, y la felicidad que hacia brillar tu bello color de mirada.
Como nos gustaba bromear con los amigos, risas a escondidas, y diabluras hechas por los dos.
Siempre me decías como un suave susurro, que cuando caminaba contigo, siempre soñaría con cosas bellas.
Hacías uno solo: Tus dos brazos con el mió y tu cabeza descansaba en mí hombro de amante eterno, irradiándome con esos adorados cabellos, con lirios y cerezas.
Mirábamos los cielos cubiertos con sus ropajes de invierno, y la luna con su cuarta mirada parecía sonreírnos. Corrías como una pequeña niña, esperando a que yo te alcanzada y te levantara entre mis brazos, reías, reías y me tocabas mis cabellos, diciéndome cuanto me querías.
¿Te acuerdas de aquella noche, que mirando el cielo paso entre nuestras miradas una fugaz estrella?
- Pidamos un deseo – me dijiste.
- ¡Que nos amemos para toda la vida! – sonreí de tu locura y te decía entre risas que eso siempre ocurriría.
Coqueta, siempre tu, y enojado de celos yo. Pero, sabias aplacar las dudas que crecían en mí, con una bella canción, cantándomela al oído, rodeando mi cuello con tus brazos de niña buena.
Como amaba tu fina voz, entonándome siempre la misma canción.
…el muchacho de los ojos tristes/vive solo y necesita amor /como al aire necesita verme /como ha el solo/ lo necesito yo/…El muchacho de los ojos tristes /ha encontrado al fin una razón /para hacer que su mirada ría /con mis besos y mi gran amor…
¡Vencías todo en mí!, la impenetrable tristeza, la ira fortuita por tus risas ajenas, el enojo invencible por tu guiño cómplice a miradas externas.
¡Cómo te quería!
¡Cómo te quiero, aún hoy!
Como todo en esta vida, nuestro amor, tuvo que acabar de una manera… ingrata para mí… pero feliz para ti.
Tuve que saberlo a escondidas un 23 de naciente primavera, abrazabas su cuello con cariño y le decías las mismas palabras, que tu alma me habían concedido.
Tu risa alegraba aquel bello jardín, exaltando su corazón, pero haciendo llorar el mió.
Deseaba ir y golpear al maldito miserable e insultarte por haberme mentido todos estos años.
Pero no, no…no soy así…ni lo seré jamás.
Te veía alegre, feliz, dichosa, con aquella persona; mi amor era demasiado grande e infinito, como para ensuciarlo con el odio que empezaba a crecer en mi corazón.
Día 23 de bella primavera, los enamorados van contándose lo feliz que son; risas y encanto entre sus dulces miradas, sus manos profesan el gran amor que sienten los dos. Las mariposas acarician con sus bellas alas de colores, los pétalos de las lindas flores, y las graciosas mariquitas juegan entre claveles y rosas.
Día de sol, día de jardines verdes, de cantos furtivos de golondrinas y ruiseñores.
Momento sombrío para mi alma y agonizante para mi joven corazón.
Cuan grande seria mi tristeza, que se ensombreció el cielo claro y azul, volviéndose oscuro con cernidillos suaves y cristalinos.
Le cubriste sus cabellos con tus manos y acariciaste sus labios con los tuyos, mis lágrimas que estaban escondidas, empezaron a entremezclarse con la lluvia que anunciaba tu doliente olvido.
Sólo mire por ultima vez, aquella ingrata imagen viva de los dos y dije al viento como cómplice de mi sufrimiento.

- ¡Que seas feliz!... ¡Mi amor!