
Caminas, recorres palabras y sientes que los sentimientos no son absolutos sino relativos, expresiones amorosas cunden en la inmensidad de los corazones, almas que todo lo ven repetitivo, austeros de un amor sincero.
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En la inmensidad de una playa vacía aletargada por la soledad de su propia pesia, viví una experiencia que jamás olvidaría:
A lo lejos de mí, una hermosa mujer recorre la orilla de la playa, cabizbaja y pensativa. Su pelo negro brillaba delicadamente; como noche con estrellas mórbidas, corroídas por una funesta tristeza.
Por un instante se detuvo, emitió un suspiro lánguido y con su trinada voz dijo:
- Perdónalo, dios mió… (Juntando sus níveas manos)
- Perdónalo, no fue su culpa, sino mía…
La mar que estaba tranquila empezó a inquietarse violentamente y los cielos llenos de dulces atardeceres se oscurecieron.
Sentí la frialdad del miedo recorrer todo mi cuerpo y de la nada surgieron unos temibles cuervos que graznaban incongruentes oraciones.
- ¡Vilde, vilde, corrompiste al ser mas triste y humilde!
Como saetas tenebrosas, llenos de lacerantes ponzoñas inmortales, se lanzaron con furia a la pobre mujer, un horripilante grito soltó la desdichada entre los aleteos sombríos de aquellos inmundos heraldos de cruel venganza.
Trate de correr a su lado, ayudarla, socorrerla de aquellos entes de ébano infernales, pero todo estaba consumado, por que al dispersarse las bestias mortales, de la pobre dama, no quedo nada.
La tranquilidad sosegó nuevamente el ambiente helado y enrarecido por aquel episodio sucedido, los cielos se despejaron tornándose rojos eternos, mas de sus entrañas, mire asombrado una figura angelical que violentamente descendía.
Relampagueante luz sombría,
del cielo enrojecido y bravío,
cae un ángel, lleno de melancolía.
Alas rotas despedazadas,
arrastradas por un viento furibundo,
cuerpo agonizante fragmentado:
-¿Por qué caíste ángel bello al vació?-
Y del firmamento una voz solemne dijo:
¡Los ángeles no deben ser mortales!
¡Los ángeles son espirituales!
Me acerque con tristeza a socorrer al ángel caído
y con suave rumor de sus labios me dijo:
¡Por amar a una mujer,
cometí un gran pecado!
¡Por amar a una mujer,
el gran dios me ha olvidado!
Cerró sus ojos ciegos, llenos de lágrimas,
acompañe su dolor con un sollozo de mi alma.
¡La tierra se partió en dos,
y del cielo un cruel rayo cayó!
Cenizas purpúreas del ángel quedo,
cenizas que en instantes el viento se llevo;
un estigma imborrable me marco,
al ver un ángel…morir de amor.
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Tiempo ya ha pasado, tiempo que recorre vidas, pero no olvida lo pasado, regrese sin pensarlo a ver el lugar estigmatizado.
Todo estaba tranquilo, sin nada que me recordara lo acontecido, mas una tristeza recorrió mi cuerpo, a ver a lo lejos (entre la suavidad de la arena y la frialdad de las olas del mar) aún bello ángel femenino (de alas oscuras, pelo negro, piel nívea más que la nieve misma y ojos bellamente dolientes y azules).
Iba esparciendo entre la mar y la arena, unas bellas flores de un color translucido, mientras de su mirada llenos de funestos recuerdos se vertían ríos de desconsuelos.
Miro la infinidad del firmamento y con angustioso ruego dijo:
- ¡Mamá!... ¡Papá!...
Extendió sus preciosas alas negras, elevándose hacia el bramido del céfiro y de los ojos henchidos de tremulante desdicha de la luna ambarina… perdiéndose entre la infinidad de los cielos y el mar… para luego… ¡No verla nunca más!
Fin.