La niña, la sombra y el ruiseñor.

lunes, 13 de octubre de 2008












- Que cansancio…, esta Antonia, me sigue por todas partes, ya no se como apartarme de ella.
- Mejor voy a tomar aire por mi ventana para así poder despejar la mente.
La niña se acerca a su ventana, sentándose en una silla que había arrimado para así descansar un poco de los acontecimientos que le habían ocurrido en ese día.
Sus ojos se le iban cerrando lentamente, como velo oscuro de la noche al cubrir lánguidamente el atardecer, un pequeño ruiseñor que volaba por aquel lugar se enterneció al ver a la pobre niña y se posa al lado de sus sueños y le canta la siguiente canción:

- Soy un príncipe de una tierra lejana / soy un rey de un lugar / tan bello que ojo humano / nunca ha de encontrar / Soy una luz del día / en plena noche sin estrellas / vivaz luz sombría / que surca los cielos / tratando de encontrar /un corazón tan bello y cristalino / que pueda aplacar mi soledad.

La niña entre abre sus ojos y dice:
- Qué lindo pajarito y… ¿Qué dirá, con tanto cantar?
Y sus ojos se cierran, comenzando a soñar.
- ¿Qué lugar es éste?... ¿Y tú quien eres?
Le pregunta, a una sombra que esta a su lado, he aquí, que el color de tal sombra no era ni blanca, ni negra, ni roja, ni verde, ni azul, en realidad era translucida, respondiendo ésta sombra a la niña.

- Soy aquel que narra historias / que en realidad no son verdades / oculto entre letras / pero despierto en plena madrugada / éste es mi reino / abre bien tus lindos ojos y contempla mi amada tierra.

La bella niña abre sus hermosos ojos y contempla el siguiente paisaje: Los cielos eran azules, claros y bellos, que en ningún lugar de la tierra se ha de encontrar y como agraciado sol, tenía una estrella; no amarilla, ni hiriente luz a los ojos humanos, si no era dorada que de vez en cuando parecía sonreír.
La tierra que pisaba era un hermoso jardín, todo aquel reino era un gigantesco jardín, las flores que se encontraban no eran conocidas, eran parecidas a las blanquecinas rosas, a los arrogantes claveles, a las lindas margaritas, a las espirituales petunias, a los exquisitos girasoles, a los soñadores tulipanes, su color era como la de su noble señor, translucida.
Estas hermosas flores emitían un agradable perfume y al abrir sus bellos pétalos, decían entre tenue canto:

“Ha llegado al reino de nuestro señor/ una hermosa niña/más bella que las propias rosas/ más clara que un bello manantial/ alma pura y cristalina/se ve escrito en aquellos hermosos ojos negros, sin par”

En medio de aquel exquisito jardín surcaba serpenteante un bello rió, sus aguas eran claras y limpias; como las lágrimas de una linda virgen que llora de felicidad.
En aquel rió se podía ver hermosos peces clareados que saltaban de vez en cuando, hacia el vació de los gemidos de las hermosas flores que los rodeaban, para luego convertirse en brilloso roció que aplacaban delicadamente la sed de las tiernas beldades.
Así mismo, en aquel bello edén, se podía apreciar, unas hermosas mariposas que se posaban entre los pétalos y pistilos de las bonitas flores, pero digo mal no eran mariposas, si no lindas hadas doradas como aquel astro que brillaba en los cielos, y he aquí que las bellísimas hadas decían:

No deseamos intrusas en este lindo valle / nuestro señor es nuestro y de nadie más / vete y no vuelvas jamás...

El cantar de las bellas hadas no era agresivo, si no lastimero; como cuando a una blanca paloma le alcanza una fugaz piedra que desgraciada le quita su vida y mancha su estadía de rojo muerte, de negro vivar.
En aquel reino había hermosos árboles; verdes como las esmeraldas y sus frutos eran rojos en forma de corazón y su sabor eran deliciosamente dulces, delicadamente amargos, en aquel bello reino se le conocía con el nombre de amores.
Una imagen se percibía entre ellos, era la de una hermosa mujer de ojos verdes intensos de unos labios tan bellos como rubís, de una cabellera preciosa que semejaba a los halos de luz del sol terrenal, y la pobre trataba de alcanzar el fruto de los árboles y no podía, porque la infeliz era etérea.
Al ver a la sombra y a la niña, empezó a llorar y gemir con palabras que se repetían sin cesar:

…Me olvidaste / me olvidaste / amore mio/ siendo mi alma y mi cuerpo/ manjar divino / de tus labios y tus manos / de tus suspiros y llantos / en que quedo tu promesa/ en donde quedo tu olvido…


Y al moverse la beldad de mujer se disipo y tan solo quedo cúmulos extremadamente pequeños y purpúreos de distinto color…
La niña sintió temor y al ver a la sombra, pudo sentir una inmensa tristeza que brotaba de su corazón:

…Eras mi principessa / eras mi todo / eras el universo / mi inigualable resplandor / pero tu corazón tan volátil / siempre me aparto… / donde quedaron tus palabras / donde quedo tu amor / que quise tocarlo / pero tu traición lo marchito…


Hubo un silencio que cubrió por un instante aquel reino de ilusión, no se escuchaba sonido alguno, ni siquiera un delgado respiro…

La niña, la sombra y el ruiseñor.


Hubo un silencio que cubrió por un instante aquel reino de ilusión, pero las risas de las pequeñas hadas volvieron a darle vida al paraíso de adoración.
Un delicado viento acariciaba todo el hermoso valle, parecía el soplo divino de un dios que cedió un poco de su vida a oscuras criaturas de sentimientos hechos al azar y he aquí que el viento decía:

“Si los ángeles fueran tan bellos como la niña / no hubiese cielo / no hubiese pena / no hubiese tristeza / solo una sonrisa tan linda / que ni oro / ni diamantes pudieran comprar”.

Se podía ver además, seres en forma redondita con unos bellos ojos azules, y una nariz torneadita y sonrojadita, brincaban de un lugar a otro y decían entre salto y salto:

“El amor es bello y hermoso / agridulce y delicioso / quien lo tenga en sus labios/ encontró felicidad / por toda la eternidad”

La niña miraba todo el reino con sus ojos llenos de admiración, y a lo lejos diviso una hermosa flor. Se iluminaba todo lo que rodeaba como si hubiera millares de rubíes, la niña le pregunto a la sombra:

- Dime, ¿Qué es esa preciosa flor que se ve, a lo lejos?

La sombra con un suspiro le contesto:

- Mi niña, no conoces a la beldad, si en tu tierra hay por miles.

La niña, con una sonrisa le respondió:

- Si, se que es una rosa roja, pero en mi tierra no brillan de esa manera.

- Es que esa preciosidad es única en toda tu tierra y en todo mi reino -la sombra hablaba muy despacio y tenuemente-

- ¿Por qué me contestas tan bajito?... casi no te oigo.

La sombra emitió otro suspiro y le contesto:

- Es que mis flores se enojarían, se pondrían celosas, y se marchitarían de inmenso dolor, si oyeran que aprecio a otra flor.

La niña miro a su alrededor y en efecto las bellas flores, se habían inclinado como queriendo oír lo que ellos hablaban.

La niña sonrió y contesto:

- Te entiendo…

La sombra seguía hablando y contándole sobre la hermosa flor:

- Mira mi niña, si te puedes dar cuenta, esa rosa tan hermosa, esta rodeada por un cristalino manantial, en aquel manantial viven tres bellas nereidas. Ellas se encargan de cuidar a la rosa y de mantener mis ríos y hermosos lagos en buenas condiciones, con sus delicadas manos crean a los pececitos que alimentan a mis flores.
- Pero las nereidas… ¿No son de mar? -pregunto la niña-
- Si, mi niña, pero ellas al igual que todo lo que vez son únicas en mi tierra -la niña sonrió suspicazmente y siguió escuchando a la sombra-
- En las noches que acaecen en mi reino, sale aquella linda luna y las tres nereidas empiezan a entonar bellas canciones, que son acompañadas por una dulce melodía que exhala la ocarina dorada… ¿la puedes oír?...
La niña se encuentra extasiada por los cantos y la melodía que escucha con sublime regocijo.
- Si, la escucho. Es una música muy triste... ¿Quién toca, la excelsa melodía?
- La toca, la emperatriz de las hadas -responde la sombra-. Ella es la mas hermosa y sabia de todas. Se viste exquisitamente y siempre como emblema en sus túnicas lleva una gardenia azul.
Seguía pensativa la niña, y su corazón por primera en su vida, apreciaba con alegría lo que antes le padecía fútil y sin sentido.

- Pero, como brilla esa esplendente Luna… ¿Alguien vive ahí?
- Si vive mi amigo – le contesto la sombra – es un niño de trajecito azul, le gusta preguntar todo y se enfada sino le contestas, El tiene también en su reino un precioso jardín, pero adora e idolatra solo a una flor; por que según dice es la única en todo el universo
Siempre le gusta jugar con un zorrito, que me pidió de favor que se lo llevara. Tiene, además una cajita que según me contó solo la utilizara para un momento extremo. A veces llega a su reino, un joven aviador con su avioneta, pero al pobre siempre se le malogra su vehículo volador y los dos tratan de componerla.

La sombra emite una sutil carcajada, y la niña, también ríe al imaginar tan graciosa situación...

La niña, la sombra y el ruiseñor.


Estaban mirando la luna, los dos, cuando de pronto la niña le dice a la sombra:
- Mira, un gigante, y en su hombro lleva aun niñito y junto a él hay un ser pequeño y grotesco que tiene entre sus manos una rosa blanca.
La sombra hace un ademán como de saludar a los tres seres que aparecieron y ellos entre sonrisas y gritos de satisfacción devuelven el saludo.
- Es un trió, tal vez extraño para ti, pero no es así, mira con el corazón lo que representa cada uno de ellos y te darás cuenta.
La niña volvió a mirar y vio que el gigante realmente era el corazón de los adultos que aun mantienen la ilusión de ser niños dentro de si, y el niñito, es la inocencia que aunque alejada por los años, esta ahí junto a ellos.
- Pero, ese ser tan grotesco… ¿Que es?- pregunto la niña.
- Él es lo mas tierno que hay en mi mundo, representa a todo ser que se siente despreciado sea por su color o algún impedimento físico que los hace ver tan distinto ante los demás. Creyó ser querido por la vanidad, por lo superfluo que se encuentra en seres ególatras, carentes de reales sentimientos.
La niña miro a la sombra y pudo ver que de sus ojos caían lágrimas, muy relucientes y diáfanas.
- A ese pequeño niño lo encontré dormido en un inmenso palacio, tenía agonizante su corazón, pero gracias al trino de mis pequeñas armonías, volvió a vivir.
- ¿Qué son las armonías?-pregunto la niña.
- Míralas, ahí están- señalando en el lugar donde se encontraban los tres seres.
- Son muy bellas y muy pequeñitas, tienen un color muy vivaz y definido, como son los girasoles – dijo la niña.
- Si tuviera con quien compartir mi reino, si lo tuviera que feliz me haría- dijo la sombra.
La niña volteo y miro a la sombra y esta le dijo:

- ¡Quédate conmigo se mi reina, que este reino tenga a una madre a quien adorar!
La niña se aparta aun lado y le dice:

- No, esto es una fantasía, esto no es verdad, a mí me gustan realidades, tocar lo que existe, no amar a quien realmente no es nada, déjame ir a mi lugar que a pesar de todo soy feliz así.

El viento ruega junto a su señor:

- Quédate con nosotros bella niña, no nos dejes, que nosotros sin ti hemos de morir”

La niña vuelve a decir:

- ¡No!, esto no es verdad, déjenme ir.

Y las hadas que habían estado calladas replican sin cesar:

- Que se vaya / que no vuelva jamás / que nuestro señor es nuestro / y de nadie mas.

La niña vuelve a suplicar:
- No, no, no te conozco, no se quien eres, vete, vete déjame en paz.
Y el corazón de la niña angustiada y temerosa, repite sin cesar:
- Yo solo amo realidades y no ilusas fantasías.
- Por ti, mi bella niña he de tomar forma entonces y decirte mi nombre si así lo quieres.

Y he aquí que mágicamente la translucida sombra va tomando forma y lo primero que aparece son sus cabellos, tan crespos y pardos, tan brillantes y tan tiernos; ojos suplicantes que van tomando un color aun no definido y de sus labios como pétalos sumisos repiten esta canción sin cesar:

- No me dejes amore mio / no me dejes mi buen querer / que la vida no es vida sin ti / Y no tengo motivo por que respirar /y solo me quedaría por ti llorar.

- No, no aun así, no quiero estar aquí, vete…¡vete!
Y el corazón de la niña mortificada y desconsolada, vuelve a repetir sin cesar:
- Yo solo amo realidades y no ilusas fantasías.
La sombra que empezaba a formarse, entristecida con una lágrima que surca despacio sus mejillas, le dice:
- Mi nombre es…
- Eliane, Eliane, despierta, ya vámonos… ¿Que haces ahí dormida?
La niña despierta poco a poco repitiendo lo que su corazón decía:
- Yo solo amo realidades y no ilusas fantasías.
- Ja, ja, ja…, te habías quedado dormida y… ¿Por qué dices eso?
Ya despierta por completo la niña, le responde a su amiga.
- Estaba soñando con algo tonto e irreal, ya no importa…, vámonos.
El ruiseñor que había estado parado aun lado de la ventana levanta vuelo y surca rápidamente los cielos, sin apartarse aun del hogar de la niña.
Ella, ve al ruiseñor revoloteando por los aires y vuelve a repetir fuertemente lo que su corazón decía:
- Yo solo amo realidades y no ilusas fantasías
El ruiseñor, escucha las infaustas palabras y queda suspendido en el aire, un afligido grito sale de sus suspiros y se vuelve polvo, polvo que cae como sublime roció al jardín de la niña.
La niña se asoma a su ventana y siente una gran tristeza dentro de su corazón, cierra sus abenuces ojos, logrando ver lo que sucede en el reino de la sombra. Todo estaba empezando a marchitarse, los bellos lagos se consumían y las tres delicadas nereidas solo lloraban, pero sus lágrimas se desvanecían tan solo tocar sus rostros.
Las hermosas flores translucidas empezaron a tomar forma y color, y ante sorpresa de la niña, se dio cuenta que realmente eran niños de todos los colores. Los pobres niños solo lloraban y las dulces hadas trataban de consolarlos pero no podían, por que ellas igualmente sollozaban.
Las lunas que brillaban en el horizonte de apoco iban desapareciendo y los tres humildes seres se abrazaban entre si, tratando de calmar su dolor.
La niña sintió una gran culpa, junto sus manos, se arrodillo y musito:
- Perdóname, perdóname no era esa mi intención, no lo era.
Su amiga que estaba absorta a lo que sucedía, se le acerco y le dijo:
- ¿Por qué lloras?... ¿Por qué?
De un momento a otro, en medio del cielo sombrío que era ya anochecer, apareció una luz de un color excelsamente ámbar.
La amiga se maravilla ante tal hecho inusitado y le dice:
- ¡Mira, que extraña luna!
La niña levanta su mirada y se asombra ante tal acontecimiento.
El desquiciante silencio se ve roto de pronto por la preciosa melodía que había oído la niña en el reino del príncipe.
La amiga empieza a decir:
- ¡Es el lullaby!... ¡Es el lullaby!
Había aparecido junto a las cenizas del pequeño ruiseñor, la hermosa emperatriz de las hadas, tocando la ocarina dorada.
Y de la propia luna, surgió un bello ángel femenino de hermoso ojos azules y de unos cabellos extensos y suspirantes como la misma noche, entre sus manos tenia una flor cristalina, toco con sus labios la inigualable flor y empezó a esparcir los pétalos sobre las pequeñas moléculas purpureas del ruiseñor.
Todo brillaba, volviéndose a juntar las partes del ruiseñor, creándose nuevamente la pequeña ave de amor. Más, al estar por completo vuelto a la vida, extendió sus alas y de su corazón empezó a brotar algo infinitamente luminiscente.
El ruiseñor, empezó a tomar la forma de la sombra y la sombra empezó a tomar su verdadero color, pero aun más, en su espalda aparecieron alas como de cristal y en cada una de ellas, había el emblema de un Pegaso a punto de volar.
La niña, miro lo hermoso que era el príncipe y suspiro, trato de llamarlo por su nombre, sin embargo, realmente no llego a saber cual era.
El príncipe miro a la mujer alada y le dijo:
- Volviste a mi, mi buen querer, volviste a mí… ¡Antonella!
Se le acerco al príncipe, beso sus manos y arrodillándose le dijo:
- Si, mi príncipe, si mi amore… ¡Ioh!
El príncipe abrazo y beso a su amada, los bellos cabellos brunos del ángel cambiaron de color y se volvieron carmesí, agarro su mano y dirigiéndose a la Emperatriz de las hadas, le dijo:
- Mi preciosa imperatrice, hoy dejo para siempre mi reino y te lo doy a ti, por que se qué en tus manos seguirá siendo lo que siempre fue, el lugar de ensueños para los niños sin distinción de ninguna clase; pero no estarás sola, no.

El príncipe toco el corazón de su amada, y toco el suyo, y de él, empezó a brotar una luz muy sublime, tomando la forma de un bello varón.
- He aquí tu consorte, mi imperatrice… ¡Frigg!
La bella emperatriz se sonrojo y acepto. La niña que había estado en silencio, empezó a llorar y el príncipe la mira y le dice:
- Mi bella niña, no llores, que junto a ti, alguien pronto llegara.
Los dos amantes levantaron vuelo y se dirigieron a la tierna inmensidad de la luna ambarina, la emperatriz con su futuro consorte igualmente desaparecieron y la niña en medio de una sonrisa melancólica, expiro.
Expiro, para convertirse en la ninfa de inigualable lindeza que jugueteada en el vergel del que fue el reino del príncipe, junto a su verdadero amor, la ilusión.