Enamorado...
Es hermoso ver a los enamorados prodigandose caricias, lanzarse palabras llenas de cariño, por que ese es el mundo que vive el que se siente amado.
Es realmente precioso sentirse enamorado, por que se comparten las penas y las alegrias, los abrazos y las risas.
Es realmente sublime estar enamorado asi como lo estas tú, y como lo estoy yo. Amarte no es una inmensidad, amarte es tan solo: tú y yo.
El principe encantado...
Había una vez en un reino no tan lejano
un príncipe no muy sagaz,
pero eso si, muy pensativo
y quizás perspicaz.
Tenía a su lado a una princesa
de rubios cabellos
y de ojos verdes azulados.
La pobre suspiraba,
por que el príncipe tenia buen
aspecto,
pero su humor era muy aguado.
¡Joder, macho!, que si mi príncipe
fuera un poco atolondrado
estaría en mi paraíso soñado.
Y la princesita castellana
con ruegos suplicaba.:
Mi príncipe adorado por que no sales
a cazar dragones y enfrentarte a ogros
y toda bestia inhumana que recorre estos
reinos soñadores.
¡Caray! Cholita dorada
que acá estoy bien acomodado,
mas si ese es tu deseo, yo que soy
tu príncipe soñado,
iré y matare cualquier
ser espantoso, que vague por nuestros reinos
colorines y ostentosos.
La princesita le dio un beso y entre aplausos de júbilo
sonrió, mas antes de irse el mago amargón le advirtió:
Mi señor príncipe descerebrado, si encontráis
por cualquier ribera aun asunción payaso y burlón
no te le acerques, por que ese, será tu perdición.
El príncipe se fue muy contento y alegre,
y después de tres meses volvió.
Más su carácter
parsimonioso, cambio.
Era puro cuentos exaltados,
decía que había vencido a quimeras,
mandrágoras y una que otra vez se daba
una tremenda borrachera.
La princesita enamorada, de tristeza suspiraba:
¡Hala!, que el consejo me salió
aun peor que si le hubiese dado un enemigo
carroñero y encabritado.
Que mi principito amado,
se me ha vuelto, mentiroso y mal hablado.
Y su acompañante amiga,
que era muy joven e igualmente
vanidosa, le respondió:
Sino lo quieres al cuero,
yo me lo llevo.
¡No!- dijo toda enojada-
Y la princesita soñada,
se fue a buscar a su hada madrina
a ver que consejos le daba.
El hada madrina
estaba molestando a la bruja Agripina.
¡Orale!, que si me sigues molestando
Te convierto en papaya avinagrada,
El hada madrina solita se carcajeaba.
¡Hada Madrina!
¡Hada Madrina!
Repetía a cada instante la princesita linda,
y terriblemente enamorada.
¡Cónchale vale!
¡Que quieres ¡
Respondió con desagrado -
el hada madrina.
Hada madrina, que mi principito se ha vuelto
mentiroso y hablador.
¿Que me aconsejas,
para que sea como antes,
y deje esas poses tan desesperantes?
Pues muy fácil, pana,
solo dale un beso amargado,
a tu príncipe apendejado,
y volverá hacer tu príncipe soñado.
La princesita fue corriendo
al lado del príncipe mal hablado,
Más no había entendido bien,
Si le dijo amargado, o enamorado,
- Debe ser enamorado -
Se dijo la princesita enamorada,
dio un suspiro, junto sus manecitas y
le dio un beso enamorado.
Y el principito en un instante
se quedo convertido en
un sapo majo, pero encantado.
La princesita sonrió
y dijo:
¡Hala que el cuco
me quedo como el tren!
Lo acaricio tiernamente
y vivieron en su reino,
feliz, eternamente.
Una lagrimita...
(mirada de cielo)
cayó una sinuosa lagrimita.
Era pequeña,
tierna,
y muy
cristalina.
¡Belleza diamantina!
Un suspiro,
di al verla,
y con cuidado la recogí
con uno de mis dedos.
La observe detenidamente,
y en ella había un secreto.
¡Que era el más bello!
En ella me decías:
¡Que yo, era tu anhelo!
La luz del olvido...

era mi amor más querido.
Blanca luz del alma,
era mi corazón sin calma.
Belleza de mujer,
mi idolatrado querer.
Suspiro inmenso de mi vida,
eras mi ave perdida.
Alzaste vuelo un día de otoño,
muriendo en mi vida,
querida flor de retoño.
Eres luz convertida
en filuda daga.
Eres mi amada
dolorosa llaga.
Luz sombría de gran poder,
solo te digo con amargura:
¡Nunca, te volveré a querer!
Adiós Estrella...

no me olvides.
Estrella de dolor,
no me llores.
Solo dime linda flor
que un día me amaste.
Solo miénteme, por favor;
y dime,
que fui tu único amante.
Por el cual suspiraste,
y por el cual gemiste,
con tu dulce voz
de golondrina errante.
Que un día en medio de lágrimas,
con un adiós hiriente,
por siempre,
me olvidaste.
Mi linda flor...
El principito enrojeció y después continuó:
-Si alguien ama a una flor de la que sólo existe más que un ejemplar entre los millones y millones de estrellas, es bastante para que sea feliz cuando mira a las estrellas. Puede decir satisfecho: "Mi flor está allí, en alguna parte…" ¡Pero si el cordero se la come, para él es como si de pronto todas las estrellas se apagaran! ¿Y esto no es importante?
No pudo decir más y estalló bruscamente en sollozos...
El Principito
Antoine de Saint-Exupéry

Hay una bella flor,
que brota
teniendo un suave olor.
Tiene pétalos preciosos,
que son,
de distinto color.
Hay una hermosa flor,
qué sonríe de alegría,
cuando no me voy.
Le digo cuanto la quiero,
y su corola,
se sonroja de amor.
Hay una sublime flor,
que me hace llorar de dolor.
Mis suspiros se elevan al cielo,
y quererla,
ya no lo quiero.
Hay una linda flor,
que vive solo
en mi imaginación.
Se marchita de pena,
aunque sea la dueña,
de mi corazón.
Tonto suicidad
La tarde iba agonizando en el verdor de los bosques, uno que otro canto fortuito de alguna avecilla despertaba el silencio que musitaba tenuemente entre los zarzales. El viento acariciaba suavemente el gótico paisaje agreste.
El hombre seguía pensativo y miraba la altura de los árboles, un suspiro susurrante lanza al vació, y sus manos desgastadas, cogen su libertad de este tenebroso martirio.
Esparce su ansiosa angustia hacia el roble viejo y agonizante, este complacidamente acoge entre sus brazos lo que pronto será una agonía mortal… ¡Si mortal!…pero de un sabor deliciosamente dulce hacia su libertad.
Un nudo fuerte y certero, una cuarta vocal creada con sus propias manos, y tensando fuertemente sus tristes recuerdos, se dibuja en su rostro demacrado una mueca satírica.
Se eleva en lo alto de sus penas y tira violentamente el apoyo moralizador, que prontamente lo llevara a una felicidad eterna. Una marca ruborosamente de golpe aparece en su cuello, un último intento de supervivencia sale de su cuerpo, se escucha el crujir de huesos o de madera añeja y un ruido estrepitoso se oye como un eco interminable que se va muriendo de apoco en aquel verdoso y sombrío lugar.
El hombre yace tirado en medio de sus frustrantes quejidos, se levanta violentamente, mira con furia al roble enmohecido, y con voz grave lanza una blasfemia que recorre todo aquel lugar:
¡Carajo!…por quererme suicidar…casi me mato.