El Primer Amor... (Primera Parte)

martes, 25 de noviembre de 2008

Érase un día de Febrero, bella mañana de luz radiante y de trinos agudizantes más no desesperantes. Una bella niña sin estrellas en la linda cabellera, estira sus brazos y bostezando le canta a la vida.

- ¡Que linda mañana!-dijo la niña al abrir sus espirituales ventanas-

El cielo azul, limpio y claro se impregna en sus bellas pupilas. Un tenue aire acaricia sus claras mejillas.
Al fijar su mirada en el azulado vació, ve con gracia y asombro el mariposeo de pequeñas aves que le cantan al amor y a la vida.

- Como vuelan los pajaritos en las claras mañanas, ven a mi lado mi querido amiguito de coloridas alas.

Al llamado de la cristalina niña, se acerca un pequeño y risueño jilguerito.

- Cántame algo, querido amiguito, que yo te contare una bella historia de amor.

El pequeño jilguero, presto al deseo de la blanca niña, le canta una canción de amor:

Los cielos son limpios / la sonrisa de dos agraciados enamorados / se estampan en las claras mañanas / claros son los rayos del sol / pero mas resplandeciente / es el amor de los dos...Vuela entre los enamorados / el Eros lleno de amor / blanca son sus dos alas / pero mas blanco es el amor de los dos/ blanca son sus dos alas / pero mas blanco es el amor de los dos…

- ¡Que hermoso trino, tienes mi pequeño amiguito!. Pero, como ya te lo dije si tú me cantabas, yo te contaría una linda historia de amor.

“Había una vez una linda niña, que por cierto se parecía a mi, estaba enamorada de un gracioso y lindo chiquillo de risa alegre y soñadora. Si quieres que le pongamos nombres a ella le diremos “Isidora” y a el “Nicolas”

El jilguero mueve su pequeño cuello, preguntándose el por que de la historia de amor y la dulce niña ríe al ver el gracioso movimiento del ave.

- Bueno, sigamos… el estaba enamorado de ella, pero no se atrevía a decir lo que sentía, ya que era un poquito tímido, pero “Isi” presintiendo el inmenso amor de “Nico”, se acerca y le dice al oído:
- “Yo te quiero desde el primer día que te vi”. Nico, la abraza dulcemente entre sus brazos, y mirándola a los ojos le dice:
- “Yo también te amo”.
Los dos se envuelven tiernamente en un lazo de puro amor y sellan su idolatrado querer con un lindo beso en los labios.
Y así llegan hacer felices para toda la vida…

Fin.



El jilguero que es cantor innato de bellas canciones, mira a la graciosa niña y le canta otra canción de amor:

Primavera de cantos alegres /ves que en tu regazo / se encuentran dos bellos corazones enamorados / si no hubieran enamorados / que seria de tu vida / preciosa primavera...Canciones de un bello día / son los besos de los enamorados / Canciones de vida / son dos corazones enamorados…

La niña aplaude de alegría, la hermosa voz del pequeño jilguero, y entre alegres ruegos le dice:
- Que bonita melodía entonas, mi pequeño amiguito, es por eso que te digo, - ¡Te quiero, Te quiero, Te quiero!
Levanta sorpresivamente el vuelo, el trovador de amor, y se entrega a la libertad del espacio azul.
- Mañana vienes, porfis… ¿Si?
En los pensamientos de la niña enamorada, están recorriendo presurosamente la intención de cumplir su historia soñada.
- ¡Uy!, que se hace tarde para ir a la casa de Nico. Ojala este para decirle que lo amo.
En tan solo unos instantes la dulce niña se cambia de bello traje y se dirige a la casa del dueño de su corazoncito enamorado.
Más por el camino encuentra al joven de sus dulces sueños encantados.
- ¡Ahí esta, ahí esta mi amado, Nico!
Se apresura para alcanzar a su príncipe soñado, pero al acercarse mas a él, se da cuenta que esta bien acompañado.
Una niña de mirada soñadora acaricia su cara. El la mira dulcemente y besa sus jóvenes labios.

¡Mirada triste!
¡Mirada agobiante!
¡Mirada desfalleciente!
¡Mirada llenándose de dolorosas lágrimas!

Corre desesperantemente la triste niña, y con palabras cortándole el alma… murmura:

- No, no, no puede ser,…
- ¿Por qué?... ¡Por que,…!
- Si no hay nadie en el mundo, que lo quiera más que yo.

Regresa con la pena y el dolor dibujado en su angelical alma, se acuesta en las blancas nubes, lugar de hermosos sueños y no de humillantes decepciones, y como si fuera el vientre materno; se acurruca dentro de ella, y de sus ojitos, retazitos de cielo, caen agonizantes lágrimas; que van formando un pequeño lago, en sus jóvenes recuerdos...

El Primer Amor... (Segunda Parte)

¿Te acuerdas de aquella vez que nos miramos?..., tú tenías quince años y yo dieciséis.

Era un día de primavera, un día en que las golondrinas revoloteaban por aquel parquecito de variopintas flores, y los enamorados con sus risas de colores hacían brillar sus pasiones.
Tenías una blusa blanca que estaba rodeada suavemente por el cuello con una graciosa corbata, enrojecida por el brillo de tu boca.
Tu falda escocesa de variados matices, la chaqueta de color rubí como tus labios. Labios tan rojos como el corazón de un bello ruiseñor, y el hermosísimo color azul de aquella mirada, que no tiene descripción.
Paseabas con tus amigas… se reían… ¿de no se que?... tú, ni siquiera me miraste, sin embargo, mis ojos no se apartaban de ti.
Si describirte me pidieras, palabras no tendría.
Si tu pelo, tu nariz, tus ojos, tus labios, todo tu sublime cuerpo, tuviese algo con que compararlo en este mundo, ten seguridad que lo haría; pero no hay, ni habrá jamás, algo o alguien que se pueda comparar a ti.

¿Te acuerdas de aquella vez que nos miramos? …, tú tenías quince años y yo dieciséis…

- Perdona… ¿Quieres algo?
Y yo sonriendo te contesté:
- ¡Si, a ti!

Te reíste de mí, haciendo un gracioso mohín, sin importarte si tus palabras me pudieran herir, me respondiste:

- ¡Lo siento!…, pero a quien yo quiero, es a él.

El reloj recorrió violentamente sus horas y ahora estas casada, tienes un solo hijo, que es muy bonito. Porque es tuyo, mi amada niña Isidora.

Te salude al volverte a ver y una bella sonrisa me regalaste.

Me preguntaste:

- ¿Si estaba casado?..., ¿Si tenia hijos?...., ¿Qué había sido de mi vida?

Y te contestaba a toda pregunta que me hacías, con otras.

Y entre risas otra vez me interrogaste:

- ¿Quieres a alguien?...

Y te contesté:

- ¡Si, a ti!

El tiempo, dios cruel nos volvió a rodear, no supimos el uno del otro, más la casualidad nos volvió a juntar.
No eras la misma, tus bellos ojos se veían sombríos y sin vida.

- ¿Qué es lo que te paso mi niña, Isidora?

Entre sollozos me revelaste que tu gran amor se había marchado con una más joven y bella que tú.

- ¡Eso es imposible!… porque… como tú… ¡No hay dos!
- ¿Y tu hijo?- Te pregunté.
- Se fue al lado del padre, y de mí nunca más, se ha acordado.

Las lágrimas brotaron de esos lindos ojos que he amado.
Y con mis brazos atraje tu dolor en mi pecho, podía sentir dentro de mí, tus palabras repitiéndose una y otra vez:

- ¿Por qué?... ¿Por qué?... ¡Dios mío!... ¡Por qué!

Ya no llores mi linda Isidora, únete a mí, te haré olvidar todo lo malo. Te daré todo lo que tengo, pero sobre todo; este gran amor acumulado, por todos los años que no has estado a mi lado.
Con mis palabras hice que volvieras a reír, te demostré que mi amor era el más grande y hermoso de todos, y de aquellos momentos inolvidables, nació el más sublime fruto de nuestro gran amor, nuestra bimba... Arianna.
Sin embargo, el destino aciago, volvió a romper esta unión. Una enfermedad entre junio y julio; mal detectado, te apartó de mi lado...
Viéndote, como se consumía la belleza de tu ser con el pasar de los días y como mis lamentos tenia que esconderlo para demostrarte que aunque destrozado por dentro, seguía estando feliz, por que estabas junto a mi.
Mi amor crecía hasta la infinidad, y aún con tu bella mirada convaleciente, esbozabas una extraña sonrisa de felicidad, sentías en tu corazón que mi amor era el más hermoso y sincero de todos.
Pero en aquel día fatal, en medio de la agonía de tu vida, en medio de la promesa que te tuve que hacer:

- Verdad, que no harás una tontería… Verdad que seguirás en esta vida y que después de mi, buscaras otra mujer a quien querer… Verdad amor… ¿Verdad?

- Si mi Isidora, seguiré en esta vida sin ti, pero sin ningún amor, sin ningún amor, porque el se ira contigo, sólo contigo y con nadie más.

Entre los gemidos llenos de inusitada melancolía, en aquel lecho postrada y con una tristísima sonrisa surcando tus labios, me dejaste el último aliento en mis labios.

Han pasado ya los años, tantos de ellos y aún sigo aquí, junto a tu lado, con el ángel de mármol acompañando tu eterno descanso, y aunque se que esta vez nunca más te volveré a ver, te estaré esperando, como si fuera la primera vez.

Mi hadita de luz...


Mi niña esta triste y desconsolada, llora en el día, y gime en la madrugada.
- ¿Por qué se fue mi mamita?... ¿Por qué se fue y me dejo solita?
Sus manos pequeñitas, su piel de trasluz, tiemblan de miedo, tiemblan de pavor.
- Mi niña, mi pequeño latido de corazón, tu madre esta ahora en el paraíso de dios.
Me mira con sus ojitos llenos de ansias, completos de desilusión, suspiros de dolor que hace trizas mi razón.
- Papito, cómprame unas alas y que sean de hadas, para darle un saludo a mi mamita que esta en los cielos dulces de tul.Estira sus bracitos, rodea mi cuello con amor, me da un beso en mi mejilla con un sollocito de dolor.
- Si te las compro ya no lloraras… ¿Verdad corazón?
Sonríe con su carita cubierta con perlitas cristalinas de tremor.
- Te lo prometo, papito. Te lo prometo por nuestro dios.
…Mi niña ya no llora, mi pequeño albor, solo suspira; por que ahora se pone sus tiernas alas de hadas, contempla los cielos, junta sus manitos y emite una pequeña oración. Acaricio su cabecita, rodeada de rayitos de sol, le doy un beso en su carita y le digo:
- Tú eres el único tesoro, nacido de un gran amor, que estará por siempre en mi corazón.
Cierto día sin golondrinas, cierto día sin brillante sol, a mi pequeña niña sus alas de hadas se hicieron de luz.
Se cubrió la tierra de lágrimas, se cubrió el firmamento de inusitado dolor, que acompañaba con suplicio mi muerto corazón.
Ahora mi lucerito se encuentra jugando con su madre en los reinos del señor, corretea en hermosos prados, sobre un cielo limpio y claro, sobre un cielo lleno de amor, la rodean ángeles de distinto color, que le cantan bellas melodías y ella repite con su suave voz.
Por eso ruego a la vida para estar junto a ellas, abrazarlas con cariño y hacer que las noches sin luna, se iluminen los cielos con nuestro infinito amor.

La niña, la sombra y el ruiseñor.

lunes, 13 de octubre de 2008












- Que cansancio…, esta Antonia, me sigue por todas partes, ya no se como apartarme de ella.
- Mejor voy a tomar aire por mi ventana para así poder despejar la mente.
La niña se acerca a su ventana, sentándose en una silla que había arrimado para así descansar un poco de los acontecimientos que le habían ocurrido en ese día.
Sus ojos se le iban cerrando lentamente, como velo oscuro de la noche al cubrir lánguidamente el atardecer, un pequeño ruiseñor que volaba por aquel lugar se enterneció al ver a la pobre niña y se posa al lado de sus sueños y le canta la siguiente canción:

- Soy un príncipe de una tierra lejana / soy un rey de un lugar / tan bello que ojo humano / nunca ha de encontrar / Soy una luz del día / en plena noche sin estrellas / vivaz luz sombría / que surca los cielos / tratando de encontrar /un corazón tan bello y cristalino / que pueda aplacar mi soledad.

La niña entre abre sus ojos y dice:
- Qué lindo pajarito y… ¿Qué dirá, con tanto cantar?
Y sus ojos se cierran, comenzando a soñar.
- ¿Qué lugar es éste?... ¿Y tú quien eres?
Le pregunta, a una sombra que esta a su lado, he aquí, que el color de tal sombra no era ni blanca, ni negra, ni roja, ni verde, ni azul, en realidad era translucida, respondiendo ésta sombra a la niña.

- Soy aquel que narra historias / que en realidad no son verdades / oculto entre letras / pero despierto en plena madrugada / éste es mi reino / abre bien tus lindos ojos y contempla mi amada tierra.

La bella niña abre sus hermosos ojos y contempla el siguiente paisaje: Los cielos eran azules, claros y bellos, que en ningún lugar de la tierra se ha de encontrar y como agraciado sol, tenía una estrella; no amarilla, ni hiriente luz a los ojos humanos, si no era dorada que de vez en cuando parecía sonreír.
La tierra que pisaba era un hermoso jardín, todo aquel reino era un gigantesco jardín, las flores que se encontraban no eran conocidas, eran parecidas a las blanquecinas rosas, a los arrogantes claveles, a las lindas margaritas, a las espirituales petunias, a los exquisitos girasoles, a los soñadores tulipanes, su color era como la de su noble señor, translucida.
Estas hermosas flores emitían un agradable perfume y al abrir sus bellos pétalos, decían entre tenue canto:

“Ha llegado al reino de nuestro señor/ una hermosa niña/más bella que las propias rosas/ más clara que un bello manantial/ alma pura y cristalina/se ve escrito en aquellos hermosos ojos negros, sin par”

En medio de aquel exquisito jardín surcaba serpenteante un bello rió, sus aguas eran claras y limpias; como las lágrimas de una linda virgen que llora de felicidad.
En aquel rió se podía ver hermosos peces clareados que saltaban de vez en cuando, hacia el vació de los gemidos de las hermosas flores que los rodeaban, para luego convertirse en brilloso roció que aplacaban delicadamente la sed de las tiernas beldades.
Así mismo, en aquel bello edén, se podía apreciar, unas hermosas mariposas que se posaban entre los pétalos y pistilos de las bonitas flores, pero digo mal no eran mariposas, si no lindas hadas doradas como aquel astro que brillaba en los cielos, y he aquí que las bellísimas hadas decían:

No deseamos intrusas en este lindo valle / nuestro señor es nuestro y de nadie más / vete y no vuelvas jamás...

El cantar de las bellas hadas no era agresivo, si no lastimero; como cuando a una blanca paloma le alcanza una fugaz piedra que desgraciada le quita su vida y mancha su estadía de rojo muerte, de negro vivar.
En aquel reino había hermosos árboles; verdes como las esmeraldas y sus frutos eran rojos en forma de corazón y su sabor eran deliciosamente dulces, delicadamente amargos, en aquel bello reino se le conocía con el nombre de amores.
Una imagen se percibía entre ellos, era la de una hermosa mujer de ojos verdes intensos de unos labios tan bellos como rubís, de una cabellera preciosa que semejaba a los halos de luz del sol terrenal, y la pobre trataba de alcanzar el fruto de los árboles y no podía, porque la infeliz era etérea.
Al ver a la sombra y a la niña, empezó a llorar y gemir con palabras que se repetían sin cesar:

…Me olvidaste / me olvidaste / amore mio/ siendo mi alma y mi cuerpo/ manjar divino / de tus labios y tus manos / de tus suspiros y llantos / en que quedo tu promesa/ en donde quedo tu olvido…


Y al moverse la beldad de mujer se disipo y tan solo quedo cúmulos extremadamente pequeños y purpúreos de distinto color…
La niña sintió temor y al ver a la sombra, pudo sentir una inmensa tristeza que brotaba de su corazón:

…Eras mi principessa / eras mi todo / eras el universo / mi inigualable resplandor / pero tu corazón tan volátil / siempre me aparto… / donde quedaron tus palabras / donde quedo tu amor / que quise tocarlo / pero tu traición lo marchito…


Hubo un silencio que cubrió por un instante aquel reino de ilusión, no se escuchaba sonido alguno, ni siquiera un delgado respiro…

La niña, la sombra y el ruiseñor.


Hubo un silencio que cubrió por un instante aquel reino de ilusión, pero las risas de las pequeñas hadas volvieron a darle vida al paraíso de adoración.
Un delicado viento acariciaba todo el hermoso valle, parecía el soplo divino de un dios que cedió un poco de su vida a oscuras criaturas de sentimientos hechos al azar y he aquí que el viento decía:

“Si los ángeles fueran tan bellos como la niña / no hubiese cielo / no hubiese pena / no hubiese tristeza / solo una sonrisa tan linda / que ni oro / ni diamantes pudieran comprar”.

Se podía ver además, seres en forma redondita con unos bellos ojos azules, y una nariz torneadita y sonrojadita, brincaban de un lugar a otro y decían entre salto y salto:

“El amor es bello y hermoso / agridulce y delicioso / quien lo tenga en sus labios/ encontró felicidad / por toda la eternidad”

La niña miraba todo el reino con sus ojos llenos de admiración, y a lo lejos diviso una hermosa flor. Se iluminaba todo lo que rodeaba como si hubiera millares de rubíes, la niña le pregunto a la sombra:

- Dime, ¿Qué es esa preciosa flor que se ve, a lo lejos?

La sombra con un suspiro le contesto:

- Mi niña, no conoces a la beldad, si en tu tierra hay por miles.

La niña, con una sonrisa le respondió:

- Si, se que es una rosa roja, pero en mi tierra no brillan de esa manera.

- Es que esa preciosidad es única en toda tu tierra y en todo mi reino -la sombra hablaba muy despacio y tenuemente-

- ¿Por qué me contestas tan bajito?... casi no te oigo.

La sombra emitió otro suspiro y le contesto:

- Es que mis flores se enojarían, se pondrían celosas, y se marchitarían de inmenso dolor, si oyeran que aprecio a otra flor.

La niña miro a su alrededor y en efecto las bellas flores, se habían inclinado como queriendo oír lo que ellos hablaban.

La niña sonrió y contesto:

- Te entiendo…

La sombra seguía hablando y contándole sobre la hermosa flor:

- Mira mi niña, si te puedes dar cuenta, esa rosa tan hermosa, esta rodeada por un cristalino manantial, en aquel manantial viven tres bellas nereidas. Ellas se encargan de cuidar a la rosa y de mantener mis ríos y hermosos lagos en buenas condiciones, con sus delicadas manos crean a los pececitos que alimentan a mis flores.
- Pero las nereidas… ¿No son de mar? -pregunto la niña-
- Si, mi niña, pero ellas al igual que todo lo que vez son únicas en mi tierra -la niña sonrió suspicazmente y siguió escuchando a la sombra-
- En las noches que acaecen en mi reino, sale aquella linda luna y las tres nereidas empiezan a entonar bellas canciones, que son acompañadas por una dulce melodía que exhala la ocarina dorada… ¿la puedes oír?...
La niña se encuentra extasiada por los cantos y la melodía que escucha con sublime regocijo.
- Si, la escucho. Es una música muy triste... ¿Quién toca, la excelsa melodía?
- La toca, la emperatriz de las hadas -responde la sombra-. Ella es la mas hermosa y sabia de todas. Se viste exquisitamente y siempre como emblema en sus túnicas lleva una gardenia azul.
Seguía pensativa la niña, y su corazón por primera en su vida, apreciaba con alegría lo que antes le padecía fútil y sin sentido.

- Pero, como brilla esa esplendente Luna… ¿Alguien vive ahí?
- Si vive mi amigo – le contesto la sombra – es un niño de trajecito azul, le gusta preguntar todo y se enfada sino le contestas, El tiene también en su reino un precioso jardín, pero adora e idolatra solo a una flor; por que según dice es la única en todo el universo
Siempre le gusta jugar con un zorrito, que me pidió de favor que se lo llevara. Tiene, además una cajita que según me contó solo la utilizara para un momento extremo. A veces llega a su reino, un joven aviador con su avioneta, pero al pobre siempre se le malogra su vehículo volador y los dos tratan de componerla.

La sombra emite una sutil carcajada, y la niña, también ríe al imaginar tan graciosa situación...

La niña, la sombra y el ruiseñor.


Estaban mirando la luna, los dos, cuando de pronto la niña le dice a la sombra:
- Mira, un gigante, y en su hombro lleva aun niñito y junto a él hay un ser pequeño y grotesco que tiene entre sus manos una rosa blanca.
La sombra hace un ademán como de saludar a los tres seres que aparecieron y ellos entre sonrisas y gritos de satisfacción devuelven el saludo.
- Es un trió, tal vez extraño para ti, pero no es así, mira con el corazón lo que representa cada uno de ellos y te darás cuenta.
La niña volvió a mirar y vio que el gigante realmente era el corazón de los adultos que aun mantienen la ilusión de ser niños dentro de si, y el niñito, es la inocencia que aunque alejada por los años, esta ahí junto a ellos.
- Pero, ese ser tan grotesco… ¿Que es?- pregunto la niña.
- Él es lo mas tierno que hay en mi mundo, representa a todo ser que se siente despreciado sea por su color o algún impedimento físico que los hace ver tan distinto ante los demás. Creyó ser querido por la vanidad, por lo superfluo que se encuentra en seres ególatras, carentes de reales sentimientos.
La niña miro a la sombra y pudo ver que de sus ojos caían lágrimas, muy relucientes y diáfanas.
- A ese pequeño niño lo encontré dormido en un inmenso palacio, tenía agonizante su corazón, pero gracias al trino de mis pequeñas armonías, volvió a vivir.
- ¿Qué son las armonías?-pregunto la niña.
- Míralas, ahí están- señalando en el lugar donde se encontraban los tres seres.
- Son muy bellas y muy pequeñitas, tienen un color muy vivaz y definido, como son los girasoles – dijo la niña.
- Si tuviera con quien compartir mi reino, si lo tuviera que feliz me haría- dijo la sombra.
La niña volteo y miro a la sombra y esta le dijo:

- ¡Quédate conmigo se mi reina, que este reino tenga a una madre a quien adorar!
La niña se aparta aun lado y le dice:

- No, esto es una fantasía, esto no es verdad, a mí me gustan realidades, tocar lo que existe, no amar a quien realmente no es nada, déjame ir a mi lugar que a pesar de todo soy feliz así.

El viento ruega junto a su señor:

- Quédate con nosotros bella niña, no nos dejes, que nosotros sin ti hemos de morir”

La niña vuelve a decir:

- ¡No!, esto no es verdad, déjenme ir.

Y las hadas que habían estado calladas replican sin cesar:

- Que se vaya / que no vuelva jamás / que nuestro señor es nuestro / y de nadie mas.

La niña vuelve a suplicar:
- No, no, no te conozco, no se quien eres, vete, vete déjame en paz.
Y el corazón de la niña angustiada y temerosa, repite sin cesar:
- Yo solo amo realidades y no ilusas fantasías.
- Por ti, mi bella niña he de tomar forma entonces y decirte mi nombre si así lo quieres.

Y he aquí que mágicamente la translucida sombra va tomando forma y lo primero que aparece son sus cabellos, tan crespos y pardos, tan brillantes y tan tiernos; ojos suplicantes que van tomando un color aun no definido y de sus labios como pétalos sumisos repiten esta canción sin cesar:

- No me dejes amore mio / no me dejes mi buen querer / que la vida no es vida sin ti / Y no tengo motivo por que respirar /y solo me quedaría por ti llorar.

- No, no aun así, no quiero estar aquí, vete…¡vete!
Y el corazón de la niña mortificada y desconsolada, vuelve a repetir sin cesar:
- Yo solo amo realidades y no ilusas fantasías.
La sombra que empezaba a formarse, entristecida con una lágrima que surca despacio sus mejillas, le dice:
- Mi nombre es…
- Eliane, Eliane, despierta, ya vámonos… ¿Que haces ahí dormida?
La niña despierta poco a poco repitiendo lo que su corazón decía:
- Yo solo amo realidades y no ilusas fantasías.
- Ja, ja, ja…, te habías quedado dormida y… ¿Por qué dices eso?
Ya despierta por completo la niña, le responde a su amiga.
- Estaba soñando con algo tonto e irreal, ya no importa…, vámonos.
El ruiseñor que había estado parado aun lado de la ventana levanta vuelo y surca rápidamente los cielos, sin apartarse aun del hogar de la niña.
Ella, ve al ruiseñor revoloteando por los aires y vuelve a repetir fuertemente lo que su corazón decía:
- Yo solo amo realidades y no ilusas fantasías
El ruiseñor, escucha las infaustas palabras y queda suspendido en el aire, un afligido grito sale de sus suspiros y se vuelve polvo, polvo que cae como sublime roció al jardín de la niña.
La niña se asoma a su ventana y siente una gran tristeza dentro de su corazón, cierra sus abenuces ojos, logrando ver lo que sucede en el reino de la sombra. Todo estaba empezando a marchitarse, los bellos lagos se consumían y las tres delicadas nereidas solo lloraban, pero sus lágrimas se desvanecían tan solo tocar sus rostros.
Las hermosas flores translucidas empezaron a tomar forma y color, y ante sorpresa de la niña, se dio cuenta que realmente eran niños de todos los colores. Los pobres niños solo lloraban y las dulces hadas trataban de consolarlos pero no podían, por que ellas igualmente sollozaban.
Las lunas que brillaban en el horizonte de apoco iban desapareciendo y los tres humildes seres se abrazaban entre si, tratando de calmar su dolor.
La niña sintió una gran culpa, junto sus manos, se arrodillo y musito:
- Perdóname, perdóname no era esa mi intención, no lo era.
Su amiga que estaba absorta a lo que sucedía, se le acerco y le dijo:
- ¿Por qué lloras?... ¿Por qué?
De un momento a otro, en medio del cielo sombrío que era ya anochecer, apareció una luz de un color excelsamente ámbar.
La amiga se maravilla ante tal hecho inusitado y le dice:
- ¡Mira, que extraña luna!
La niña levanta su mirada y se asombra ante tal acontecimiento.
El desquiciante silencio se ve roto de pronto por la preciosa melodía que había oído la niña en el reino del príncipe.
La amiga empieza a decir:
- ¡Es el lullaby!... ¡Es el lullaby!
Había aparecido junto a las cenizas del pequeño ruiseñor, la hermosa emperatriz de las hadas, tocando la ocarina dorada.
Y de la propia luna, surgió un bello ángel femenino de hermoso ojos azules y de unos cabellos extensos y suspirantes como la misma noche, entre sus manos tenia una flor cristalina, toco con sus labios la inigualable flor y empezó a esparcir los pétalos sobre las pequeñas moléculas purpureas del ruiseñor.
Todo brillaba, volviéndose a juntar las partes del ruiseñor, creándose nuevamente la pequeña ave de amor. Más, al estar por completo vuelto a la vida, extendió sus alas y de su corazón empezó a brotar algo infinitamente luminiscente.
El ruiseñor, empezó a tomar la forma de la sombra y la sombra empezó a tomar su verdadero color, pero aun más, en su espalda aparecieron alas como de cristal y en cada una de ellas, había el emblema de un Pegaso a punto de volar.
La niña, miro lo hermoso que era el príncipe y suspiro, trato de llamarlo por su nombre, sin embargo, realmente no llego a saber cual era.
El príncipe miro a la mujer alada y le dijo:
- Volviste a mi, mi buen querer, volviste a mí… ¡Antonella!
Se le acerco al príncipe, beso sus manos y arrodillándose le dijo:
- Si, mi príncipe, si mi amore… ¡Ioh!
El príncipe abrazo y beso a su amada, los bellos cabellos brunos del ángel cambiaron de color y se volvieron carmesí, agarro su mano y dirigiéndose a la Emperatriz de las hadas, le dijo:
- Mi preciosa imperatrice, hoy dejo para siempre mi reino y te lo doy a ti, por que se qué en tus manos seguirá siendo lo que siempre fue, el lugar de ensueños para los niños sin distinción de ninguna clase; pero no estarás sola, no.

El príncipe toco el corazón de su amada, y toco el suyo, y de él, empezó a brotar una luz muy sublime, tomando la forma de un bello varón.
- He aquí tu consorte, mi imperatrice… ¡Frigg!
La bella emperatriz se sonrojo y acepto. La niña que había estado en silencio, empezó a llorar y el príncipe la mira y le dice:
- Mi bella niña, no llores, que junto a ti, alguien pronto llegara.
Los dos amantes levantaron vuelo y se dirigieron a la tierna inmensidad de la luna ambarina, la emperatriz con su futuro consorte igualmente desaparecieron y la niña en medio de una sonrisa melancólica, expiro.
Expiro, para convertirse en la ninfa de inigualable lindeza que jugueteada en el vergel del que fue el reino del príncipe, junto a su verdadero amor, la ilusión.

Verdadero Amor

domingo, 28 de septiembre de 2008
Caminando por la orilla de la playa encontré una preciosa flor de un color verdaderamente muy extraño, podría decir que su tono era diáfano, la guarde y decidí averiguar cual era su nombre.
Investigando sobre su origen pude conocer que era la única que existía y como explicación me contaron lo siguiente:

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En lo más alto del cielo, surcaba un ángel de cabellos negros, con un libro de poemas y uno de historias de amor que llevaba entre sus finos dedos, el viento acariciaba sus albas alas que se abatían contra el helado susurro qué de sus palabras el céfiro bramaba.
Enamorada luna ambarina siguiendo de cerca el desconsuelo, con sus delicados y áureos dedos, tocaba suavemente los finos cabellos del ángel entristecido, y un beso púrpura le concedía al extraño adormecido.
Lentamente como lluvia del cielo se deslizo hasta llegar al suelo, un descanso a sus bellas alas daba, en lo alto del litoral descansaba, de pronto ante sorpresa de su doliente mirada en el borde de aquella marina ribera se formo la figura de un varón gallardo y altivo; piel bruñida de bronce que semejaba a los rayos del ocaso de la tarde, y con voz grave musito el nombre de una mujer, y de las olas del mar surgió una blancura de bella dama; mirada enamorada vertía la dulce hija del neptuno endiosado, y como canto de sirena susurro al viento una frase de amor:
- Te amo.
El adán creado de las partículas de la arena, se acerco lentamente hacia la linda mujer y le dijo:
- Yo también te amo.
Sus miradas como halos de luz hacían brillar la faz de los dos, y el acercamiento delicado de sus labios se unió en un ósculo enamorado.
En lo alto de la hermosa playa el ángel cantaba una bella balada de amor, con una tristeza que embargaba su corazón:
...Somos un sueño imposible/ que busca la noche/ para olvidarse del tiempo / de tanto reproche /somos en nuestra quimera/doliente y querida / dos hojas que el viento/ junto en el otoño...
Los amantes se besaban entre la inmensidad azul del tranquilo mar y del helado rumor de la brisa marina que acariciaba sus sienes, cangrejos rodeaban a los dos seres, y entre ellos formaron un bello corazón naranja que decía en el medio:
- Solo amor.
El ángel extendió silenciosamente sus cándidas alas y de sus ojos cristalinos una lágrima de alegría surgió y murmuro entre sus labios una frase de pasión:
- Es amor.
Se entrego a la inmensidad del espacio de ébano, ante la mirada de una luna ambarina que suspiraba por desamor y el viento entre silencio espectral le recordaba lo que siempre el pobre ángel no podía hallar…, un verdadero y precioso amor, que aniquilada para siempre su oculto dolor…

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Y con este relato me dieron a conocer que aquella lágrima qué de los ojos del adolorido ángel broto, nació una bella flor de nombre:
¡Lágrima triste de ángel!
Tan bella y pura, tan afligida y preciosa, que aquellos enamorados qué encontraran la hermosa flor, sabrían que su sentimiento es:
¡Verdadero amor!
Ciertamente era una historia romántica, pero aun seguía con la duda de por que justamente yo la había encontrado, si enamorada no tenia…

Verdadero Amor


Mande hacerle un estuche de cristal a la exótica flor para que así no se deteriorara. Les enseñaba a los que podía lo hermosa que era, sin embargo, unos me miraban extrañados; otros no se daban por entendidos y uno que otro mostró cierto terror al verla.
Una anciana se me acerco con lágrimas que caían de su cansado rostro y me pidió tocarla, me dio lastima decirle que no. Saque con cuidado la candidez hecha flor y se la puse en sus manos.
Ella empezó a contarme la segunda parte del relato mientras se hundía su pecho de angustia...
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Lugar gris, sin brillo de estrellas, sin mirada estática de luna suspirante, viento silenciado por la tristeza de una bella mujer que musita su melancolía; lágrimas negras que recorren sus mejillas…, los recuerdos de amores vanos se van revelando lentamente en sus pensamientos, suspiros fortuitos que le hacen entender, que su vida sentimental estuvo llena de lujuria trastornada, por que amor sincero…, jamás tuvo en la vida.
Cuervos temibles y una esquelética cabeza rodea su ser, pensamientos que le narran, el encuentro de una alegría perpetua más allá de la vida.
Abre sus labios humedecidos por el llanto de la soledad y con voz mustia aclama al dios eterno su infinita agonía:
- Nadie se apiada de mí…
- Nadie sufre por mí…
- Un beso de amor, jamás he sentido…
- Lujuria insana, eso es lo que he obtenido…
- Apiádate de mi, hacedor de este mundo de horrible delirio y acaba con este martirio…, termina de una vez con mi dolor atroz.
Cielos recalcitrantes de una oscuridad jamás imaginada, estrellas agonizantes, dan su último fulgor en el firmamento ensombrecido; aura desfalleciente de una luna que de vez en cuando asoma su mirada entre el velo de nubes deslucidas…, llevándose consigo trémulos recuerdos de vidas sofocantes, austeras de amor verdadero.
La mujer siente a sus espaldas una suave brisa que acaricia suavemente su desfalleciente ser, gira lentamente y en sus hermosos ojos azules se dibuja la figura de una celestial identidad…, ángel de cabellos negros y delgados…, de mirada apagada, de alas extremadamente níveas como su virginal corazón…, le habla con tristeza plena que agobia su corazón atormentado:
- Preciosa niña de voz y vida taciturna…
- Eres reflejo imperfecto de mi vida…
- He recorrido el mundo; las épocas, las diferentes civilizaciones que han surgido y luego desaparecido…, buscaba felicidad, pero solo he encontrado mi propia melancolía.
- He querido sonreír a la vida, sin embargo solo he hallado trémula insidia.
- He visto amantes queriéndose fogosamente, para después olvidarse mutuamente.
- Las edades de los enamorados a veces diferían pero el final de su vida amorosa siempre era la misma…, un meditabundo olvido.
La doncella se ve pensativa, y recibe de las manos del ángel un cuaderno de poemas, y entre todos ellos, su nombre estaba escrito con apasionante delirio…Vilde.
Un ruego lastimero sale del ser alado, una suplica que letra a letra, escribe su corazón enamorado.
- Has que mis ojos extinguidos se iluminen y que mi alma solitaria conozca lo que es verdadero amor.
- Disipa por favor; este mortal temor de no encontrar a quien adorar con este corazón puro y virginal.
- Sacia mis labios secos y partidos, has que se detenga mi dolor, te lo imploro…, por favor.
La beldad de mujer sonríe al ángel dolido y le concede un beso de hermoso brío…, acaricia sus cabellos e ilumina al trémulo ser con sus ojos de cielos limpios y radiantes.
El ángel entre lágrimas abraza con dulzura a la linda dama y con suave rumor de sus labios le entona una canción de amor:
…Cariño como el nuestro/es un castigo/que se lleva en el alma/hasta la muerte/mi suerte/necesita de tu suerte/y tu/ me necesitas mucho mas/…Por eso/no habrá nunca/despedida/ni paz alguna habrá/de consolarnos/el paso del dolor/ha de encontrarnos…/frente a frente/y nada mas...
Una caricia lleno de dulce amor los encierra y la luna ambarina, describe una sonrisa de complicidad por su ángel querido, mientras el susurro del viento acaricia tenuemente a los extraños amantes.

A lo lejos, fuera de este mundo terrenal, se escucha una voz infernal, que repite sin cesar:
- ¡Mi señor creador!…, ¡Mi señor misericordioso!…, te traiciono tu ángel que es pura hipocondría.
- Quebró tu precepto que es ley.
- ¿Dime ahora?… ¿Qué harás con el?...

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La humilde anciana me devolvió la flor cristalina y con terrible desesperación, en medio de su llanto, musito:
- Pobre mi hija, encontrar el amor y convertirse en maldita…

Verdadero Amor






Caminas, recorres palabras y sientes que los sentimientos no son absolutos sino relativos, expresiones amorosas cunden en la inmensidad de los corazones, almas que todo lo ven repetitivo, austeros de un amor sincero.

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En la inmensidad de una playa vacía aletargada por la soledad de su propia pesia, viví una experiencia que jamás olvidaría:

A lo lejos de mí, una hermosa mujer recorre la orilla de la playa, cabizbaja y pensativa. Su pelo negro brillaba delicadamente; como noche con estrellas mórbidas, corroídas por una funesta tristeza.
Por un instante se detuvo, emitió un suspiro lánguido y con su trinada voz dijo:
- Perdónalo, dios mió… (Juntando sus níveas manos)
- Perdónalo, no fue su culpa, sino mía…
La mar que estaba tranquila empezó a inquietarse violentamente y los cielos llenos de dulces atardeceres se oscurecieron.
Sentí la frialdad del miedo recorrer todo mi cuerpo y de la nada surgieron unos temibles cuervos que graznaban incongruentes oraciones.
- ¡Vilde, vilde, corrompiste al ser mas triste y humilde!
Como saetas tenebrosas, llenos de lacerantes ponzoñas inmortales, se lanzaron con furia a la pobre mujer, un horripilante grito soltó la desdichada entre los aleteos sombríos de aquellos inmundos heraldos de cruel venganza.
Trate de correr a su lado, ayudarla, socorrerla de aquellos entes de ébano infernales, pero todo estaba consumado, por que al dispersarse las bestias mortales, de la pobre dama, no quedo nada.
La tranquilidad sosegó nuevamente el ambiente helado y enrarecido por aquel episodio sucedido, los cielos se despejaron tornándose rojos eternos, mas de sus entrañas, mire asombrado una figura angelical que violentamente descendía.

Relampagueante luz sombría,
del cielo enrojecido y bravío,
cae un ángel, lleno de melancolía.

Alas rotas despedazadas,
arrastradas por un viento furibundo,
cuerpo agonizante fragmentado:
-¿Por qué caíste ángel bello al vació?-

Y del firmamento una voz solemne dijo:
¡Los ángeles no deben ser mortales!
¡Los ángeles son espirituales!

Me acerque con tristeza a socorrer al ángel caído
y con suave rumor de sus labios me dijo:

¡Por amar a una mujer,
cometí un gran pecado!

¡Por amar a una mujer,
el gran dios me ha olvidado!

Cerró sus ojos ciegos, llenos de lágrimas,
acompañe su dolor con un sollozo de mi alma.

¡La tierra se partió en dos,
y del cielo un cruel rayo cayó!

Cenizas purpúreas del ángel quedo,
cenizas que en instantes el viento se llevo;
un estigma imborrable me marco,
al ver un ángel…morir de amor.

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Tiempo ya ha pasado, tiempo que recorre vidas, pero no olvida lo pasado, regrese sin pensarlo a ver el lugar estigmatizado.
Todo estaba tranquilo, sin nada que me recordara lo acontecido, mas una tristeza recorrió mi cuerpo, a ver a lo lejos (entre la suavidad de la arena y la frialdad de las olas del mar) aún bello ángel femenino (de alas oscuras, pelo negro, piel nívea más que la nieve misma y ojos bellamente dolientes y azules).
Iba esparciendo entre la mar y la arena, unas bellas flores de un color translucido, mientras de su mirada llenos de funestos recuerdos se vertían ríos de desconsuelos.
Miro la infinidad del firmamento y con angustioso ruego dijo:
- ¡Mamá!... ¡Papá!...
Extendió sus preciosas alas negras, elevándose hacia el bramido del céfiro y de los ojos henchidos de tremulante desdicha de la luna ambarina… perdiéndose entre la infinidad de los cielos y el mar… para luego… ¡No verla nunca más!

Fin.

Setiembre

viernes, 5 de septiembre de 2008
Éramos felices, la alegría nos invadía como el roció a la verde pradera. Cuanto tiempo estábamos así… queriéndonos en nuestras cortas vidas.
Me contabas lo bueno, lo malo, lo triste, y la felicidad que hacia brillar tu bello color de mirada.
Como nos gustaba bromear con los amigos, risas a escondidas, y diabluras hechas por los dos.
Siempre me decías como un suave susurro, que cuando caminaba contigo, siempre soñaría con cosas bellas.
Hacías uno solo: Tus dos brazos con el mió y tu cabeza descansaba en mí hombro de amante eterno, irradiándome con esos adorados cabellos, con lirios y cerezas.
Mirábamos los cielos cubiertos con sus ropajes de invierno, y la luna con su cuarta mirada parecía sonreírnos. Corrías como una pequeña niña, esperando a que yo te alcanzada y te levantara entre mis brazos, reías, reías y me tocabas mis cabellos, diciéndome cuanto me querías.
¿Te acuerdas de aquella noche, que mirando el cielo paso entre nuestras miradas una fugaz estrella?
- Pidamos un deseo – me dijiste.
- ¡Que nos amemos para toda la vida! – sonreí de tu locura y te decía entre risas que eso siempre ocurriría.
Coqueta, siempre tu, y enojado de celos yo. Pero, sabias aplacar las dudas que crecían en mí, con una bella canción, cantándomela al oído, rodeando mi cuello con tus brazos de niña buena.
Como amaba tu fina voz, entonándome siempre la misma canción.
…el muchacho de los ojos tristes/vive solo y necesita amor /como al aire necesita verme /como ha el solo/ lo necesito yo/…El muchacho de los ojos tristes /ha encontrado al fin una razón /para hacer que su mirada ría /con mis besos y mi gran amor…
¡Vencías todo en mí!, la impenetrable tristeza, la ira fortuita por tus risas ajenas, el enojo invencible por tu guiño cómplice a miradas externas.
¡Cómo te quería!
¡Cómo te quiero, aún hoy!
Como todo en esta vida, nuestro amor, tuvo que acabar de una manera… ingrata para mí… pero feliz para ti.
Tuve que saberlo a escondidas un 23 de naciente primavera, abrazabas su cuello con cariño y le decías las mismas palabras, que tu alma me habían concedido.
Tu risa alegraba aquel bello jardín, exaltando su corazón, pero haciendo llorar el mió.
Deseaba ir y golpear al maldito miserable e insultarte por haberme mentido todos estos años.
Pero no, no…no soy así…ni lo seré jamás.
Te veía alegre, feliz, dichosa, con aquella persona; mi amor era demasiado grande e infinito, como para ensuciarlo con el odio que empezaba a crecer en mi corazón.
Día 23 de bella primavera, los enamorados van contándose lo feliz que son; risas y encanto entre sus dulces miradas, sus manos profesan el gran amor que sienten los dos. Las mariposas acarician con sus bellas alas de colores, los pétalos de las lindas flores, y las graciosas mariquitas juegan entre claveles y rosas.
Día de sol, día de jardines verdes, de cantos furtivos de golondrinas y ruiseñores.
Momento sombrío para mi alma y agonizante para mi joven corazón.
Cuan grande seria mi tristeza, que se ensombreció el cielo claro y azul, volviéndose oscuro con cernidillos suaves y cristalinos.
Le cubriste sus cabellos con tus manos y acariciaste sus labios con los tuyos, mis lágrimas que estaban escondidas, empezaron a entremezclarse con la lluvia que anunciaba tu doliente olvido.
Sólo mire por ultima vez, aquella ingrata imagen viva de los dos y dije al viento como cómplice de mi sufrimiento.

- ¡Que seas feliz!... ¡Mi amor!

Octubre


Sosegado, cansado por pensar siempre en la ingrata traición. Me propuse olvidar todo aquellos malditos recuerdos.
Recuerdos que me atormentaban, instantes ominosos, lacerantes que hacían añicos mi corazón ya pulverizado por la desidia de una hipócrita mujer.
Pasaron las horas, los días, las semanas y entonces en un lugar impensado, encontré el amor de una bella y romántica mujer.
Ella, se entrego por completo a mí, no guardo para si absolutamente nada. Mi preciosa y cándida niña; cuanto daño te hacia con esos instantes que te pulverizaban el alma, palabras que soltaba al azar; recuerdos que atizaban tu dolor, pero maldita sea no podía evitarlo, no podía… por mas que lo quería.
Y el cansancio, la vana lucha que hacías todos los días por quitarme tan absurdos pensamientos de aquel mal amor… te venció.
Momento impensable para mi, el frió nocturno volvía a amarrarme fuertemente entre sus manos…por que tú…tú, bendita mujer… me dejaste… no queriendo hacerlo.
- Sabes que te quiero con todo mi ser…trate…trate mil veces de arrancarte esa tristeza que se acobija en tus ojos… una tristeza que mis besos de adoración no pueden hacerte olvidar.
Gemía y me hablaba como si muriese con cada palabra que pronunciaba sus lindos labios color carmesí.
- Cuantas veces en pleno delirio de mi amor, te apartas y te siento tan lejano a pesar que estas a mi lado.
- Gritas en la penumbra de las tinieblas, que tus manos están manchadas de sangre, de sangre convertida en ácido que deshacen mis recuerdos en ti.
La miraba sin decirle nada, perlas verdes brillaban con inusitado resplandor sobre su rostro de niña enamorada, infinitas lágrimas surcaban sus lindos ojos y yo impávido sin poder articular palabra alguna.
- Como quisiera ser yo, la responsable de tanto dolor, pero para mi desgracia no lo soy... sabes que te amo con veneración…¡bien que lo sabes!…pero no soporto más tu dolor… no lo soporto…¡por más que te quiera!
Su delicado cuerpo, suspiro de un dios de amor; temblaba por el temible frió de mi desamor y de improviso de la nada, llego a nuestro suplicio, una canción que adorábamos los dos.

….Me duele creer que olvidaste/a quien te dio tanto amor y ternura…profundo es el sueño del sol/ mientras lo cuida la luna/quien cuidara de tus sueños/ cuando estés navegando entre dudas…

Recordaba los pequeños momentos que fuimos felices, su sonrisa de mujer enamorada; la dulzura de su boca y mi entupido amor, la abrazaba, la acariciaba y le decía entre mentiras, lo mucho que la quería.
- No soporto que susurres que tus pensamientos serán desgarrados por la crueldad de una mujer.
- Se a lo que te refieres… lo se amor, y solo te aconsejo; que la olvides, no te consumas en aquel desengaño cruel.
- Apártate de todo…ve y medita todo…en la soledad de una playa, con las olas acariciando tu alma herida y cuéntale a la nívea diosa tu dolor, que ella podrá aplacar ese terrible clamor.
Trate de acercarme, abrazarla y desmentirle todo, pero ella violentamente me aparto.
- ¡No me toques!… ¡déjame!... para que quiero este humillante amor, solo quiero irme teniendo bonitos recuerdos de los dos.
Le suplique que no me dejara que todo cambiaría, sin embargo ella estaba decidida.
- ¡Por favor!… Por favor…tú no… tú no…¡Adriana!
No pude soportar más, y todo mi dolor se convirtió en lágrimas. Y de rodillas le empecé a rogar que no me dejara.
Se arrodillo, toco mis rizados cabellos con sus blancas y preciosas manos, acaricio mis mejillas y su aliento de despedida empezó a mezclarse con los míos, que eran de agonía.
- No amor, por mas que te quiera, no puedo quedarme, por que seria vivir en un engaño…un engaño que tarde o temprano, seria mortal para los dos.
- Yo solo se amarte, y aun después de esto siempre…¡siempre!…te amare, pero por favor; no me busques, ni me llames, por que tu amor me hace mucho daño.
Se levanto languidamente, su rostro angelical estaba helado por sus sollozos de despedida.
Se iba alejando muy lentamente de mí, el más bello amor que había tenido y trate por última vez de cambiar su decisión al entonar nuestra canción:

…Un amor, no muere/así como así/como muere la noche y el día/la noche y el día…Un amor como el mió/no podrás arrancarlo de ti/así como así/ y echarlo al vacío…

- Cállate, cállate, no ves que me haces mucho daño; no quiero verte, no quiero verte…Adiós…¡Adiós amor!
¡Y se fue, para nunca más volver!... se fue...se fue, sin saber que realmente la llegue amar mas que nada en la vida.

Noviembre

domingo, 31 de agosto de 2008


Y pasaron los meses, los días, las horas y sentí el vació llenar por completo mis desesperanzas.
- ¿Por que deje de ver la calidez de un buen amor?..
- ¿Por que hice tantas tonterías?...
Solo por pensar en un mal amor… por tener en el alma este odio que carcome mis horas...un odio que se complementa con este escuálido orgullo que se vuelve a acrecentar en la infinidad de mí ser.
- ¿Por que?... Porque te fuiste, si empezaba ha olvidarla…
Seguí tu consejo y me aparte de todo, de absolutamente todo…
Miraba el tranquilo vaivén de las olas, el aliento del mar tocaba mis ríos de agonías, y el ocaso de la tarde me traía recuerdos que padecían fenecidos.
Mis ojos volvieron a revivir una historia ya contada, un símbolo de amor que te ofrecí en aquellos días de efímeras alegrías.
Y sin querer a recorrer con suspiros agónicos mi entorno, la volví a ver...

El cielo era gris, aquel día de noviembre,
una bella figura se dibuja en lo alto de aquella playa,
que el nombre he olvidado.

El viento parece acariciarla,
levanta sus brazos como queriendo alcanzar el cielo.

¿Que haces bella niña?
¿Quieres volar como ángel?
si sabes, que alas no tienes.

Su inocencia se dibuja en el aire,
y desaparece en el azulado océano.

Puedo sentir como el agua alcanza tus entrañas,
el aire se acaba dentro de ti,
y sin embargo… tú no luchas por vivir.

Unos brazos acogen tu frágil cuerpo
y lo apartan del salado entierro.

Te levantas de la arena y quieres dar las gracias,
mas el, poco a poco desaparece de tu lado.

La expresión de angustia y tristeza,
se apodero de su bello rostro;
su pelo dorado que brillaba en el ocaso de la tarde,
parecía morir, dejando una estela de frustrantes recuerdos.

De aquella mirada esmeralda
brotaban lágrimas de dolor,
lágrimas que se esparcían
como bellas perlas cristalinas
que desgarraban mi corazón.

Vi que junto sus manos y lo acerco a su pecho.
¿Qué es lo que ocurre mi triste niña?
¿Qué o quien te hace sufrir?

Movió sus labios rojo carmesí,
pronunciando un nombre.

Un nombre que se llevo el viento
como queriendo guardar un gran secreto.

Secreto que en la inmensidad del tiempo
pude llegar a conocer.

Manuel era su nombre…
Se juraron amor eterno,
un día de bellísimo esplendor.

Un día que se convirtió tu risa en llanto,
no porque conociste la amargura con él,
sino por que te amaba tanto,
que al pasar los meses su vida acabo en un instante.

Por eso lloras mi bella niña,
mirando el horizonte lejano,
con aquella mirada esmeralda,
ahogándose en lágrimas…

Los días grises habían pasado, la hermosa niña ya no lloraba, sus serafines ojos por fin se encontraban libres de la agonía profunda por haber perdido a su amado.
Su cuerpo estaba quieto y tranquilo, sus ojos miraban los recuerdos del pasado hechos cenizas con el presente acabado.
Su piel nacarada, era pálida, sin brillo y sin color, de aquel ser que emano alguna vez un calido y precioso calor, que podía derretir el frió hielo con solo tocarlo, ahora se encontraba helado.
Su pelo que jugaba con el viento estaba estático y sin vida.
Si…sin vida.
Sin vida…
No… ¡No!
No puedo seguir escribiendo en tercera persona si soy parte de esta… nuestra historia.
…Yo que estoy junto a ti, acariciando tu pelo dorado.
Tocando con mis labios los tuyos, queriendo que algo en ti se quedase por siempre en mí, que el roció zigzagueante de mi dolor te volviera a la vida, que mi abrazo de desesperación pudiera darte el amor que tan bruscamente se aparto de ti.
Perdóname…perdóname amor… ahora que tus bellos ojos se han apagado.
No pude salvarte de la muerte, de que sirvió arrancarte del océano, si solo conseguí alargar tu dolor.
Por eso amor de rodillas ante ti y el dios que presencio alguna vez nuestro gran amor, te pido perdón…
Perdóname con esta bala que cruzara mis sentidos… desgarrando para siempre los bellos recuerdos que tuvimos.
Y con el último suspiro, y con el último llanto de mi mente, de mi sangre y corazón, escribiré tu nombre…


¡Adriana, mi amor!

Diciembre


Paseando, tomados de la mano, hablando de lo que haríamos mañana, su sonrisa brillaba e iluminaba mi felicidad completamente.
El rasgo de alegría que se sentía en su hermosa cara, era inigualable, e inimaginable, que por más palabras, que buscase en el diccionario no hallaría para explicarlo.
De un momento a otro sus ojos se abrieron exorbitantemente, el resplandeciente brillo verde, semejante a miles de esmeraldas, ilumino su rostro pálido y sin color, por un motivo que desconocía.
- ¿Qué es lo que pasa?... ¿Por qué te has puesto así?...
- Ves el nombre escrito ahí… es de una persona que alguna vez tuvo un lugar especial en mí.
Les mentiría, si les dijera que vi el nombre que señalo con su mano, en aquel amarillo periódico.
Solo pensaba: ¿Cómo pudo haber querido ha alguien más…, además de mí?
- ¡Acompáñame, tengo que hablar con alguien!
Solo la mire y la seguí, sin saber adonde íbamos…
La gente caminaba de un lado a otro, el ruido de los autos, el llorar de un niño, tocaban fuertemente mis oídos.
Puse mis ojos en el cielo tratando de olvidar sus palabras, el sol se iba alejando poco a poco del panorama, una luna blanca y hermosa del día 20, apareció de repente.
- ¡Acá es!
Tocamos y nos recibió una joven mujer vestida de negro, pude ver a simple vista que había una expresión desconsoladora en su mirada.
- ¡Eres tú!... ¿A que has venido?
Mi amada, se la llevo a un lado, no se de que hablaban, en realidad no me importaba.
- ¡Espera!, ahora que recuerdo, el dejo un encargo para ti.
La mujer desapareció por un instante de nuestra presencia y entro en aquel lugar, que traía recuerdos en ella, que desconocía.
- Toma y guárdalo, no lo pierdas…¡Por favor!
Saco un sobre blanco y se la entrego en sus manos.
- Vayamos a un café- me dijo.
Pero vi una inmensa tristeza en esa hermosa mirada; entramos en aquel café…parecía que ella lo conocía desde hace tiempo.
Nos sentamos y ella abrió el sobre blanco que le habían entregado; sus ojos se movían lentamente de un lado a otro y poco a poco las lágrimas inundaban su bello rostro.
- ¿Qué es lo que lees?... ¿Por qué te has puesto, así?
- No sigas leyendo – le dije mientras tocaba sus manos-
- Ya no llores mi amor…por favor.
- Toma léelo tú – alargando sus suaves manos; mostrando una hoja blanca, llenas de letras que no alcanzaba a entender.

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“Noviembre”

…Y pasaron los meses, los días, las horas y sentí el vacío llenar por completo mis desesperanzas.
- ¿Por que deje de ver la calidez de un buen amor?..
- ¿Por que hice tantas tonterías?...
Solo por pensar en un mal amor, por tener en el alma este odio que carcome mis horas, un odio que se complementa con este escuálido orgullo que se vuelve a acrecentar en la infinidad de mí ser.
- ¿Por que?... Porque te fuiste, si empezaba ha olvidarla…


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- Pero lo que dice aquí no es verdad, ¿Quien lo ha escrito?... ¡Dímelo! – le pregunte incisivamente.
Ella solo agacho su cabeza y solo pude oír el eco de mis propias palabras, lanzadas al vació.
Levanto lentamente su cara y balbuceando; por que el llanto sin querer le confundía sus palabras, me dijo:
- ¿Te acuerdas, Manuel, de aquella vez en que habías viajado a un país extraño y me dijeron que habías muerto?
- Si, si me acuerdo…
- Lo que has leído en la primera parte de la carta, es verdad; si me lance al mar, queriendo alejarme para siempre del dolor que sentí al perderte.
Nunca me había contado lo que me narro con tanta angustia y ansiedad, sus ojos llorosos, sus dedos entrecruzándose al azar, el nerviosismo que hacia temblar muy tenuemente su cuerpo, me conmovió en el alma.
- Pero como ahí dice… alguien me salvo del suicidio inminente.
La miraba dulcemente, y me preguntaba:
¿Tanto me quieres bella mujer? ¿Tanto valgo para ti?... si yo no valgo, ni un solo segundo de tu vida.
- Te juro que no sabia… que había sido él… quien me salvo.
- Ya cálmate, mi amor, pero entonces por que termino él con su vida.
Se tranquilizo, se limpio las lágrimas que aun caían y me empezó a contar:
Él y yo, nos conocimos en un día de esos en que el invierno se hace el mas frió del año, el estaba sentado en esta cafetería, pensativo, tenia unos ojos muy llamativos; no se si alguna vez habrás visto esas miradas que cambian de color según el estado de animo de la persona.
- No. – le respondí -
Pues los de él, eran de esos. Me le acerque por que me di cuenta que lloraba silenciosamente, tal vez necesitaba con quien hablar; ya que me contó lo que le sucedía.
- Hace como dos años, perdí a la mujer que más quise en la vida, a mi Adriana.
- ¿Qué fue lo que le paso? – le pregunte.
- Mi Adriana, mi Adriana – lo repitió y sus ojos de cielo se volvieron de agonizante primavera.
- Ella tenía su pelo pelirrojo y rizados, sus ojos eran bellamente azules y sus labios rosados y delicados como un suspiro. Como le gustaba cuando le cantaba, se ponía a reír y bailaba, me abrazaba y me hacia prometerle que nada ni nadie nos separaría – sus ojos se tornaron marrones claros y las lágrimas discurrían sin cesar.
Le acaricie su ensortijado cabello y le dije que se calmara. Dejo de llorar y muy suavemente canto:
è una parte d’infinito / perché solo io ho capito / l’importanza dei suoi baci / e l’amore immenso che mi da / mi Adriana.
No se por que y las lágrimas esta vez cayeron de mis ojos. Lo canto con tanto sentimiento que a pesar que no entendí lo que decía, lo comprendí no con los pensamientos pero si con el alma.
- Mi Adriana, mi Adriana, si yo hubiese estado, la hubiese salvado y no hubiese muerto, no hubiese muerto… ahogada.
Le toque sus manos y siguió diciendo:
- Y en su féretro, cofrecito de mi dolor, le deje como recuerdo de mi amor; aquella delicada y translucida flor que amamos los dos.
Me asombre de lo que dijo e interrumpiéndola le pregunte:
- ¿Una flor translucida?... Eso no existe, te mintió.
- Eso creía yo – me contesto – pero si, si existió y él como muestra un pétalo que parecía de cristal, me enseño.
No se que fue, o por que razón, pero me enamore de él. Y fuimos muy felices, yo le cantaba y su tristeza por unos instantes desaparecía y aun así no me entrego por completo su corazón, aun pensaba en Adriana.
Y en uno de esos instantes apareciste tú, no te miento si te digo que el me aparto desde ese entonces y me decía a veces en serio y a veces en broma que hacíamos una bonita pareja.
Las lágrimas volvieron nuevamente a su rostro de niña y agacho nuevamente su cabeza, llevando esta vez a su linda cara, sus manos blancas y tiernas.
Quería abrazarla y besarla para que dejara de hablar, me afectaba demasiado, verla así en ese estado, tan triste y vulnerable, como una pequeña niña al perder a su madre.
Como te quiero mujer… como te amo…ni yo mismo me lo hubiera imaginado.
- ¡Ya no me cuentes mas!, calla por favor, tu misma te haces daño con tus propias palabras.
Me levante de mi lugar; y me acerque a su lado, la abracé tiernamente y le dije al oído:
- ¡No llores mas, Natalia!… déjalo descansar en paz.
Le di un beso en su frente y uno en cada mejilla.
- ¡Vamonos ya!… que te haré olvidar todo lo pasado.
Dejan la cuenta cancelada sobre la carta ya relegada y la mesera ríe y dice sarcásticamente:
- Los enamorados pelean por todo, y después se van bien abrazados como si nada hubiese pasado.
La curiosidad le hace leer la carta y sus ojos de primaveras oscuras empiezan a sollozar, y con un infinito dolor, dice:
- Después de todo... lo hiciste… mi amor.